Por regla general, no conviene ser categórico ni tentarse con expresiones como “de esta agua no beberé” o “nada puede ir peor”. A través de su agudo monólogo, Rodri nos recuerda con maestría que la vida siempre tiene la capacidad de sorprendernos… y no siempre para bien. Pero en lugar de abrumarnos con estas verdades incómodas, el humorista las convierte en la base de una hilarante reflexión sobre la existencia y sus tropiezos, mostrándonos que, aunque las cosas puedan ir a peor, también podemos aprender a reírnos de ellas.
Quizá lo que muchos no sepan es que David Rodri también es coach y psicólogo deportivo, y en su actuación deja entrever, a veces de manera inconsciente, esa formación. Su humor, tan cotidiano y cercano, termina por ser una especie de focus group donde el público participa riéndose de los aspectos más mundanos de la vida. Rodri nos permite reflexionar sobre nuestras propias dificultades a través de la risa, y es bien sabido que reírse de uno mismo es una de las formas más efectivas de afrontarlas. En este sentido, su monólogo funciona como una auténtica sesión de terapia positiva, donde el humor es el vehículo para canalizar nuestras frustraciones y darnos cuenta de que, a pesar de todo, siempre hay espacio para el optimismo.
El recorrido propuesto por este cómico es un repaso a sus éxitos y fracasos personales y profesionales, desde su breve incursión como imagen de una cadena de comida rápida, su gira de monólogos, hasta su participación en un programa de televisión que duró menos que la promesa de un político. Pero lejos de victimizarse, Rodri transforma estos episodios en fuentes inagotables de risa, demostrando que reírse de uno mismo no solo es sano, sino necesario. Su humor, además de como divertimento, es una lección sobre cómo enfrentarse a los pequeños desastres de la vida con una sonrisa.
Con su estilo cercano y directo, David Rodri, como buen psicólogo del humor, es un auténtico saltimbanqui, capaz de tocar todos los palos y salir airoso. Desde la edad dorada de los futbolistas hasta la complicada barrera psicológica de los 30 años, pasando por temas tan diversos como el mundo de las drogas o la relación entre orientación sexual y ciertos estereotipos de comportamiento, Rodri se las arregla para ofrecernos un espectáculo tan variado como enriquecedor. Su capacidad para reírse de los clichés y jugar con ellos —especialmente cuando se trata de los heterosexuales, que en su monólogo se llevan la peor parte— es tan inteligente como valiente. El cómico aborda estas cuestiones con un enfoque fresco y original, sin caer en moralismos ni banalidades, lo que permite a su humor atravesar todas las capas de sensibilidad del espectador.
Lo verdaderamente destacable en «Siempre puede ser peor» es la cercanía de este influencer digital, con más de 15.000 seguidores en Instagram, con en el público. En un espacio íntimo como la sala Abonavida, cada gesto, mirada y palabra del humorista parecen diseñados para envolvernos y hacernos parte de la conversación y refuerza ese clima de terapia grupal. Rodri es simpático, próximo y espontáneo, como si nos estuviera contando sus historias entre amigos en el bar de toda la vida; esa complicidad es uno de los ingredientes clave para hacer de su espectáculo una experiencia tan especial. El humorista sabe cómo utilizar el entorno a su favor, interactuando con el público, mirándonos a los ojos y haciéndonos sentir que cada chiste está dirigido exclusivamente a nosotros. Termina de rematarlo cuando directamente pregunta a algunos de los asistentes y a modo de improvisación introduce las respuestas en su show.
En cuanto al guion, exhibe una brillante combinación de recursos humorísticos. Con destreza, introduce frases con doble sentido, juega con chistes malos que, paradójicamente, hacen reír aún más, y sorprende con juegos de palabras y giros ingeniosos. Esta diversidad de técnicas, junto a su carisma natural, hace que su monólogo se sienta ágil y lleno de frescura, logrando que el tiempo vuele mientras el público ríe sin parar.
En definitiva, «Siempre puede ser peor» va más allá de un monólogo, es una experiencia terapéutica en clave humorística. David Rodri ha sabido combinar sus dos pasiones —la psicología y el humor— para ofrecer al público una velada donde las carcajadas no solo alivian, sino invitan a reflexionar sobre nuestras propias miserias. Su capacidad para reírse de las adversidades, sus inteligentes observaciones sobre la vida cotidiana y la forma de conectar con los presentes hacen de este espectáculo una apuesta segura para quienes disfrutan del humor afilado y sincero. Con Rodri, no solo comprendemos que la vida siempre puede ir a peor, sino que, incluso cuando lo hace, queda el consuelo de poder reírnos de ello.