¿Hasta qué punto somos moldes maleables, esculpidos por nuestras propias manos o por las influencias de aquellos que nos rodean? ¿Somos nosotros los arquitectos de nuestra propia identidad, o somos más bien arcilla en manos de fuerzas externas, sujetos a la presión y al pulso de las relaciones humanas? En un mundo donde la imagen y la apariencia a menudo eclipsan la verdad interior, ¿qué estamos dispuestos a sacrificar en nombre del amor, la aceptación y la transformación? Si desean profundizar en estas cuestiones pueden visitar el Teatro Infanta Isabel hasta el 5 de mayo.
Estrenada y dirigida en 2001 por Neil LaBute en el Almeida Theatre (el teatro más prestigioso de Londres) con el mismo reparto con el que, un par de años más tarde, llevaría a cabo su adaptación cinematográfica (Rachel Weisz y Paul Rudd), The Shape of Things nos sitúa en el tranquilo mundo de Adam (Bernabé Fernández), un vigilante de museo en una pequeña ciudad universitaria. La monotonía de su vida se ve sacudida por la llegada de Evelyn (Esther Acebo), una estudiante de arte apasionada y transgresora. A medida que el joven se sumerge en un apasionado romance con Evelyn, su existencia convencional se ve transformada por completo. La atracción entre ellos es palpable, y éste estará dispuesto a cambiar cualquier aspecto de sí mismo con tal de ganarse el amor y la atención de Evelyn. Sin embargo, a medida que su relación se profundiza, las tensiones comienzan a surgir entre Adam y sus amigos de toda la vida, Jenny (Lluvia Rojo) y Philip (Chema Coloma), con consecuencias fatales en la vida de todos.
Neil LaBute, reconocido como uno de los «enfants terribles» de la escena y el cine independiente norteamericanos, firma el libreto con su distintivo estilo afilado y provocador. Con una trayectoria marcada por explorar las sombras del alma humana, el dramaturgo despliega una narrativa que va más allá de la superficie, con capas profundas de verdad y engaño de sutil complejidad y con capacidad para mantener la atención del respetable a lo largo de la obra. Desde el inicio, nos introduce en un universo donde las apariencias y la manipulación son moneda corriente, mientras va construyendo una atmósfera de suspense y anticipación in crescendo. Por otra parte, el también director y guionista estadounidense cocina a fuego lento las relaciones entre los personajes. Presenta a cada uno de ellos con una profundidad psicológica impresionante, para sumergirnos en sus mundos internos y comprender sus motivaciones y deseos más profundos. A medida que la obra avanza, las interacciones entre ellos se vuelven cada vez más complejas y ambiguas, manteniendo al público en vilo mientras intentan descifrar las verdaderas intenciones de cada uno.
El trabajo de traducción de Elda García-Posada es un logro notable que enriquece la experiencia teatral. Como ella misma reconoce, traducir a LaBute es un acto de malabarismo lingüístico, pues su lenguaje de apariencia simple oculta una riqueza de matices que plantea desafíos considerables. Al igual que el dramaturgo, esta traductora y jurista de formación hace del lenguaje el núcleo de su desarrollo dramático y muestra un compromiso excepcional en la preservación de la integridad del texto original mientras lo adapta al español. Además, enfrenta la tarea de reflejar la universalidad y profundidad de los temas de LaBute, manteniendo al mismo tiempo la idiosincrasia típicamente americana que caracteriza sus obras.
El texto explora el fenómeno de la persuasión y la manipulación, analizando cómo los individuos utilizan sus habilidades comunicativas y su poder de influencia para moldear las percepciones y comportamientos de los demás. Este aspecto invita a considerar la naturaleza de la ética en el contexto de las relaciones interpersonales y el poder social. La representación del culto al cuerpo plantea preguntas sobre la construcción social de la belleza, la identidad personal y cómo los estándares impuestos influencian nuestras percepciones de nosotros mismos y de los demás. A su vez, e incorporando todo lo anterior, se abre un debate sobre la naturaleza del arte y su papel en la sociedad contemporánea. A través de las discusiones sobre qué constituye el arte y quién tiene el poder de definirlo, nacen cuestiones sobre la autoridad cultural, la subjetividad estética y los límites del juicio crítico.
La dirección a cargo de Andrés Rus es un componente fundamental para el éxito y la efectividad de la representación. Este director, conocido por su trabajo en Acreedor@s y La extraña pareja, demuestra habilidad al guiar al elenco y al público a través de un viaje emocionalmente complejo y estimulante, aprovechando plenamente el potencial del libreto y la temática de la obra. La división de las escenas en forma de actos, marcadas por un fundido a negro, es pertinente, aunque la duración de algunas es escasa y queda descolgada. Destacándose por su capacidad para crear una atmósfera cautivadora desde el primer momento hasta el último, Rus logra mantener un equilibrio entre la intriga, la emoción y la reflexión a través de una combinación de ritmo, tono y estilo visual. Además, su dirección resalta la profundidad de los personajes y las complejidades de sus relaciones, permitiendo que el elenco explore plenamente sus motivaciones y conflictos internos con actuaciones consistentes y matizadas.
Bernabé Fernández ofrece una interpretación impresionante y sólida como Adam, el vigilante de museo que se ve envuelto en un torbellino emocional tras conocer a Evelyn. Este actor, curtido en series televisivas desde bien joven, muestra una transformación brutal tanto a nivel psicológico como casi físico, llegando a parecer que estamos viendo a dos actores diferentes. A medida que avanza la obra, Bernabé va atrapando gradualmente al público. Su personaje parece vivir su propia vida como un mero espectador, pero a medida que avanza la trama, se convierte en el verdadero protagonista de su propia historia. La metamorfosis es notable, pasando de la inseguridad inicial a una seguridad y confianza en sí mismo sostenidas de forma realista y firme por el actor madrileño.
El papel más inquietante es el interpretado por Esther Acebo, quien se viste de una inocente estudiante amante del arte. Esta actriz, conocida por su papel en «La Casa de Papel», entrega una interpretación corrosiva, magnética y cautivadora. Desde el momento en que aparece en escena, Acebo irradia una energía vibrante y una presencia escénica imponente que atrapa la atención del público. Su personaje, Evelyn, es complejo y enigmático, y Acebo lo retrata con una mezcla única de carisma y determinación. Además, tiene una química palpable con el resto del elenco, especialmente con Fernández, que es tóxica y adictiva. En definitiva, al igual que su personaje va moldeando la acción a su antojo que concluye con un monólogo final sensacional.
Los amigos del protagonista son interpretados por Lluvia rojo y Chema Coloma. Esta actriz, reconocida por su trabajo en «Cuéntame», da vida a Jenny, una joven insegura con tendencia a la evasión. Rojo, entra de lleno en el papel y clava la actitud infantiloide y sensible de su papel que deriva en un aspecto cómico. Por su parte, este polivalente actor de series televisivas y director teatral, se viste de Philip, la pareja del anterior, mostrando, por exigencias del libreto, una aparente seguridad acompañada de arrogancia.
La propuesta escenográfica de Mónica Teijeiro se caracteriza por su simplicidad y funcionalidad, fusionándose perfectamente con la atmósfera artística creada por la dirección. A través de pocos elementos escenográficos, Teijeiro logra dibujar las distintas estancias donde se desarrolla la acción de manera efectiva, sin distraer la atención del público. Esta simplicidad permite que el enfoque se centre en los personajes y la trama, creando un ambiente que complementa y realza la narrativa de la obra. Algo similar ocurre con el diseño de iluminación de Juanjo Llorens, quien consigue situarnos con los cambios de intensidad lumínica en un parque o en un aula universitaria. Por último, el inteligente y pertinente uso de la videoescena termina de culminar esta obra artística.
Libreto: Neil LaBute
Dirección: Andrés Rus
Versión: Elda García-Posada
Reparto: Esther Acebo, Bernabé Fernández, Lluvia Rojo, Chema Coloma
Diseño de Iluminación: Juanjo Llorens
Diseño de Escenografía y vestuario: Mónica Teijeiro
Coordinación técnica: José Manuel «Ciru» Cerdeiriña
Cartel y Diseño Gráfico: Geraldine Leloutre
Video: Bárbara Sánchez Palomero
Prensa y Comunicación: María Díaz
Distribución: Mara Bonilla MB Distribución
Una Producción de Calibán Teatro