Federico García Lorca afirmó que “El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse, habla y grita, llora y se desespera”. Así es este relato humano de Àfrica Alonso Bada basado en la historia de amor de dos mujeres profesoras y ambientado en la Barcelona de la España franquista. A pesar de que su amor surge involuntariamente, la familia conservadora de Carmen (Júlia Jové) interviene y le obliga a ser internada en un hospital psiquiátrico para «curar» su amor prohibido. Después de algún tiempo, Carmen regresa a casa junto a Isabel (Àfrica Alonso Bada), dejando atrás a su familia, el hospital y su trabajo, pero ahora debe enfrentar las secuelas de los tratamientos de electroshock que recibió en el hospital. Isabel no le dejará de lado y hará todo lo posible para ayudarla a sobrevivir hasta las últimas consecuencias.
En una cartelera teatral invadida por grandes musicales, conocidas comedias y adaptaciones de los clásicos vale la pena detenerse, refugiarse, en sentido figurado, y dejarse acoger por un relato de memoria histórica emotivo y elegante. Por ello, antes de entrar a valorar el libreto y la dirección, es importante expresar nuestro agradecimiento a La Cicatriz por su valioso trabajo al dar voz a aquellas mujeres que sacrificaron sus vidas y allanaron el camino para nosotros.
Hagamos que su lucha no sea olvidada y aquellas generaciones venideras, incluyendo la actual, sigan luchando para poder vivir de manera coherente y respetuosa con todas las formas de amar y, sobre todo, libremente. El libreto de África Alonso Bada es un bonito homenaje a todas las mujeres que tuvieron que vivir su amor en la intimidad, ocultándolo de una sociedad intolerante. Es un recordatorio de que aún en la actualidad, debido a la mentalidad enfermiza y el conservadurismo moral de algunos, muchas personas no pueden expresar su amor sin sentirse señaladas.
Dicho lo cual, la dramaturgia de Alonso es impecable. La historia se desarrolla de manera fluida, envolvente y cautivadora y está construida con cariño, sentimiento y pasión; sin dulcificar los instantes más dolorosos y sin regocijarse en el amor carnal. El espectador va formando parte de la vida de dos mujeres y viviendo sin filtros a través de sus ojos todos los estadios amorosos. El texto incluye diálogos y monólogos poderosos que permiten a los personajes expresar sus pensamientos, sentimientos y vivencias de manera intensa y conmovedora. Estas intervenciones dialogadas y soliloquios aportan profundidad a los personajes y enriquecen la experiencia teatral. Resulta sorprendente cómo en poco menos de dos horas esta joven dramaturga es capaz de abordar de forma explícita temas tan profundos como el amor, el desamor y las terapias de conversión sexual y, de forma implícita, la soledad, los miedos y las imposiciones sociales.
Otra de las virtudes de esta representación, que la hace todavía más auténtica y única, es su aspecto musical. Con buen criterio Andrea Puig Doria y Àfrica Alonso Bada, al frente de este cometido, consiguen amplificar los sentimientos de las protagonistas y transmitir de forma más profunda las emociones, convirtiendo la obra en una experiencia aún más humana. Los personajes a veces no son capaces verbalizar de forma lógica aquello que sienten; sin embargo, el lenguaje universal de la música les sirve para dejar a un lado sus miedos y ´hablar el mismo idioma´. La balanza entre las frases recitadas y cantadas es perfecta, con solos, dúos y apartes sensacionales. Esta unión proporciona una dimensión adicional a la narrativa, permitiendo que los espectadores se sumerjan en los momentos más íntimos y poderosos de la historia creando un impacto emocional aún más duradero. Esto también es posible gracias a Cèlia Varón en la guitarra y Cèlia Varón/ Mireia Pla en el Cello. Juntas, con una expresiva gestualidad que acompaña sus dedos, ponen la banda sonora a esta historia de amor.
La dirección recae en Marilia Samper, quien sabe leer y transmitir el torbellino de emociones y mostrar sensibilidad hacia la historia y los personajes, logrando capturar la esencia emocional de la obra. Si por algo destaca la puesta en escena es por la carga de verdad. Ambas actrices se mimetizan en sus respectivos papeles de tal forma, que el espectador pierde la concepción del hecho teatral y siente como propio aquello que ve; como si realmente estuvieran ante dos profesoras en la Barcelona de finales de siglo. La también escritora y traductora, especializada en textos con trasfondo de crítica social, continúa con la coherencia, fluidez y el ritmo antes descrito, sin elementos que perturben la acción, creando una experiencia teatral unificada, profunda y significativa.
Las encargadas de pasar de las musas al teatro son dos talentosas actrices que alcanzan el sobresaliente. La complicidad y entendimiento trasciende el escenario, tejiendo un vínculo auténtico y conmovedor que se refleja en cada mirada, gesto y diálogo compartido, creando una sinergia cautivadora que enriquece la experiencia teatral y transporta al público a la intimidad de la historia de amor prohibido que protagonizan. Àfrica Alonso Bada se desdobla de su faceta de dramaturga y encarna a Isabel, una profesora de historia, donde la soledad es su única compañía. En los primeros compases de la representación vemos a una mujer alocada, impulsiva y de apariencia ingenua, que poco a poco coge las riendas y aporta la madurez escénica que demanda su papel, convirtiéndose en un ser silente que cuida y acompaña. Su gestualidad facial y corporal son desbordantes –desde la primera escena es capaz de transparentar aquello que siente su personaje– y con su gran afinación, con preferencia de los agudos, otorga tanto a su papel como a la obra en su conjunto una luz sanadora y aura angelical.
Por su parte, Júlia Jové da vida a Carmen, una profesora de Literatura cercada por sus inseguridades y por un entorno familiar conservador. La actriz aborda su personaje con una maestría admirable, enfrentando con realismo y aceptación las numerosas vicisitudes que le presenta la trama. Esta lleva consigo un peso de secuelas y dolor, obligándola a interpretar a una mujer enferma, desatada y emocionalmente inestable. Un desafío actoral de complejidad extraordinaria, que Jové lo maneja de manera sobresaliente, manteniendo y canalizando de. forma impresionante las múltiples capas emocionales de su personaje. Este viacrucis se ve trasladado a lo vocal, donde no titubea en ningún momento y consigue emocionar al respetable.
Como antes he hecho referencia, los elementos escenográficos son escasos, sirven como complemento a la acción y, a su vez, potencian la carga simbólica del libreto. La compañía logra, con solo dos pupitres, una pizarra y una cama, recrear una escuela y la vivienda de las dos mujeres. El amor que sienten nace de una conexión intelectual fruto de su amor por la lectura; de ahí que los libros también jueguen un papel central. Hasta aquí puedo leer. El diseño sonoro de Nuño Vázquez es correcto y la iluminación de Víctor Cárdenas/ Ramon Ramiro sensacional. Los cambios de intensidad lumínica y de posición, desde la cenital a la lateral, terminan de construir un ambiente personal e intimista y mantener encendida una luz tímida.
En medio de la oscuridad más profunda, Una luz tímida es un encantamiento musical femenino que cautiva, conmueve y emociona gracias a un relato humano y a una actuación sobresaliente
Autora: Àfrica Alonso Bada
Directora: Marilia Samper
Composición musical: Andrea Puig Doria y Àfrica Alonso Bada
Reparto: Júlia Jové, Àfrica Alonso Bada
Guitarra: Cèlia Varón
Cello: Marta Pons | Mireia Pla
Iluminación: Víctor Cárdenas | Ramon Ramiro
Sonido: Nuño Vázquez
Vestuario: Núria Llunell
Asesoramiento de movimiento: Nora Baylach y Kevin Antequera
Regiduría: Laura Nogueira
Fotografía: cartel Marina Roca
Fotografía de escena: Laura Abad | @santa_lux
Diseño gráfico: Anna Gràcia
Escenografía: Cia. Una Llum Tímida
Producción Ejecutiva: Àfrica Alonso y Helena Gràcia
Marketing y comunicación: Helena Gràcia
Distribución: Mediterránea