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Una madre de película: El Oscar de la maternidad en un monólogo excepcional

Toni Acosta protagoniza 'Una madre de película'

Toni Acosta protagoniza 'Una madre de película'

En el Teatro Bellas Artes, el amor de una madre cinéfila toma forma en «Una madre de película», un monólogo que convierte lo cotidiano en una aventura extraordinaria. Esta obra, escrita y dirigida por Juan Carlos Rubio, e interpretada por la talentosa Toni Acosta, es un emotivo homenaje a las pequeñas grandes historias que habitan en los vínculos familiares. Con humor, ternura y una pizca de nostalgia, el espectáculo invita al público a sumergirse en una experiencia teatral única, donde la maternidad se convierte en el guion de una película inolvidable.

El texto de Juan Carlos Rubio, cuya versatilidad como dramaturgo es ampliamente conocida, representa una bocanada de aire fresco dentro del género monologal. Lejos de limitarse a un ejercicio clásico de introspección o a un espectáculo unipersonal centrado en el histrionismo, Rubio construye un relato que, partiendo de una premisa sencilla, se despliega con una profundidad emocional y una riqueza narrativa capaces de capturar al espectador desde el primer instante. La misión inicial de una madre, Eva María, buscando un documento urgente en el cajón de su hijo, se convierte en una poderosa metáfora de lo que significa enfrentarse al vacío de un ser querido al «abandonar el nido».

La obra narra con fidelidad los dilemas emocionales que emergen cuando los hijos emprenden su camino. Rubio, quien tiene en cartel actualmente cinco funciones, penetra en la esencia del vínculo maternofilial, mostrándonos a una protagonista que no solo lidia con la ausencia de su hijo, también reflexiona sobre su identidad, sus sueños pospuestos, sus miedos y su amor incondicional. Es un relato sincero y directo, que explora con atino lo que muchas madres sienten pero rara vez articulan: esa mezcla de orgullo y dolor, de alegría por el crecimiento del hijo y de nostalgia por los momentos compartidos. La obra va más allá de describir esta experiencia; la convierte en un viaje íntimo donde la protagonista, como muchas madres, aprende a redescubrirse mientras sigue cuidando, aunque sea a distancia.

Uno de los mayores logros de Rubio –“Querida Agatha Christie” (2024), “Camino al Zoo” (2023), “El novio de España” (2023)– es la magistral integración del cine en la narrativa de la obra, una idea ingeniosa que refuerza tanto la forma como el contenido del espectáculo. La protagonista, Eva María, una apasionada cinéfila, encuentra en su amor por el séptimo arte una manera de expresar su mundo interno y dar sentido a su vida cotidiana. El también guionista y director de cine introduce hábilmente un vocabulario técnico y referencias cinematográficas que además de enriquecer el relato dotan a la obra de una identidad única. Es en esos momentos donde la dramaturgia brilla con especial intensidad: los paralelismos entre las escenas de una película y las vivencias de la protagonista crean un diálogo constante entre ficción y realidad, haciendo que el público vea la maternidad y la vida misma como una suerte de guion imprevisible.

En la dirección, Juan Carlos Rubio demuestra una vez más su buen hacer para extraer lo mejor de un texto y elevarlo con una puesta en escena precisa y profundamente emocional. Rubio, además de ser el autor del libreto, lleva la batuta en un monólogo que, lejos de quedarse en lo estático o minimalista, se convierte en un espectáculo imaginativo y cautivador, gracias a una dirección que equilibra con maestría lo emocional y lo visual. A pesar de que toda la acción se desarrolla en un único espacio —la habitación del hijo ausente—,consigue imprimir a la representación un ritmo ágil y dinámico. A través de los movimientos, las emociones y los cambios sutiles en la interacción del personaje con el entorno, el escenario se convierte en algo vivo, un lugar donde cada rincón cuenta una historia y permite que la protagonista revele diferentes facetas de su mundo interno.

Uno de los mayores aciertos de Rubio es su capacidad para guiar a Toni Acosta en un viaje interpretativo que transita con fluidez entre el humor y la introspección. Cada pausa y cambio de ritmo están calculados con precisión para mantener la atención del espectador, mientras se desarrolla una narrativa que se escucha y también se siente. A su vez, demuestra un ingenio especial al integrar elementos del lenguaje cinematográfico en la puesta en escena. La manera en que los cambios de tono y perspectiva se asemejan a un montaje cinematográfico subraya el amor de la protagonista por el cine y refuerza la conexión entre forma y contenido ya mencionados en el libreto. Estas decisiones enriquecen la experiencia visual y añaden una capa de profundidad al relato, recordándonos que la vida, como el cine, está hecha de momentos, planos y transiciones.

La actuación de Toni Acosta es, sencillamente, deslumbrante. Afrontar un monólogo no es tarea fácil, y para esta actriz, su primer reto en solitario sobre las tablas, suponía un desafío profesional de enorme magnitud. Sin embargo, no solo está a la altura de las expectativas, las supera con creces, regalando al público una interpretación sobresaliente. Si algo destaca en el trabajo de Acosta es su manera para transmitir verdad. Desde el primer momento, se percibe que no interpreta a una madre: es esa madre. La manera en que logra hacer creíble cada emoción —desde el humor más desenfadado hasta los momentos de mayor vulnerabilidad— demuestra su gran oficio y pasión para comprender y representar las complejidades del papel materno.

Otro de los grandes logros de Acosta, con innumerables papeles en películas y series televisiva, es su facilidad para transitar por todos los registros presentes en el texto. La actriz domina la comedia, arrancando carcajadas con su humor tierno y cercano, y también toca fibras profundas cuando el relato se torna más introspectivo con una fluidez casi cinematográfica. Por si no fuera suficiente, demuestra una asombrosa versatilidad al encarnar a múltiples personajes que aparecen en los recuerdos y reflexiones de Eva María. Como una auténtica camaleona escénica, da vida a estas voces con matices distintos, logrando que cada una de ellas se sienta única y, al mismo tiempo, completamente integrada en la narrativa.

Los recursos técnicos y escenográficos son fundamentales para dotar al monólogo de la riqueza visual y sensorial que lo caracteriza. La escenografía, diseñada por Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer, transforma la habitación del hijo de Eva María en un espacio cargado de simbolismo. Cada detalle, desde los objetos cotidianos hasta los rincones aparentemente insignificantes, sirve como un espejo de la vida interior de la protagonista, evocando tanto la ausencia del hijo como los recuerdos que habitan ese lugar. La música y el espacio sonoro, a cargo de Mariano Marín, juegan un papel crucial para marcar el tono y el ritmo de la obra. La combinación de música incidental y extradiegética enriquece la experiencia del espectador, guiándolo emocionalmente a través de las transiciones entre momentos de humor, nostalgia y ternura. Los efectos sonoros subrayan la acción y aportan un contrapunto evocador que refuerza el vínculo entre la narrativa y el lenguaje cinematográfico. Por último, el diseño de iluminación de Nicolás Fischtel completa esta propuesta técnica de manera impecable. Los juegos de luz acompañan los estados de ánimo de Eva María, pasando de tonalidades cálidas y nostálgicas a matices más intensos que reflejan su agitación emocional. La iluminación, además, delimita espacios dentro del único escenario, guiando la mirada del respetable y ayudando a construir una atmósfera que se adapta a los diferentes registros del texto.

Texto y dirección: Juan Carlos Rubio

Reparto: Toni Acosta

Diseño de escenografía: Leticia Gañán y Curt Allen Wilmer (EstudioDeDos)

Espacio sonoro y música: Mariano Marín

Diseño de iluminación: Nicolás Fischtel

Vestuario: La leona alegre

Productor: Jesús Cimarro

Una producción de Pentación Espectáculos, Leona Madre y La Alegría Producciones.

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