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El Teatro Bellas Artes de Madrid estrenó ‘Baladas de la cárcel de Lucca’, homenaje a Chet Baker con Patricia Peñalver y Alex Otheguy

Patricia Peñalver y Alex Otheguy

Patricia Peñalver y Alex Otheguy

Ocho músicos y cuatro actores en escena

Chet Baker fue arrestado en el Norte de Italia allá por el verano de 1960 a causa de su adicción a la heroína. El 31 de julio los carabineros le habían encontrado tirado en el baño de una gasolinera de Lucca tras meterse un chute. Salió de la prisión de la localidad toscana en diciembre de 1961. A petición expresa del hijo del alcaide, cada tarde durante dos horas se le permitía tocar una trompeta que habían conseguido introducir intramuros.

Dentro los pasillos se callaban y los presos se asomaban a los barrotes de su celda para subirse a las alas de su ansiada libertad. Fuera los vecinos se acercaban a los muros bajo una ventana que convertía cualquier dolor en serenidad. “Aquellas notas aún sobrevuelan la memoria de los más viejos del lugar”, apunta Máximo Mintaka, autor y productor por parte de la compañía Luna de sangre. Cada tarde Lucca se reunía en torno a la cárcel para escuchar a Chet Baker.

La noche de su salida el pueblo le organizo un gran concierto en el Teatro Comunale para recaudarle fondos con los que comenzar una nueva vida. Chet Baker tocó junto a ‘Los cuatro de Lucca’, la popular banda local compuesta por Giovanni Tommaso, Franco Mondini, Antonello Vanuchi y Amedeo Tommasi. “60 años después, reviviremos aquella velada histórica en el Teatro Bellas Artes”, añade Antonio Dyaz, director de ‘Baladas de la cárcel de Lucca’.

 

Teatro y jazz en vivo

Dirigida por el cineasta experimental Antonio Dyaz, ‘Baladas de la cárcel de Lucca’ combina teatro y jazz en vivo. Fran Bleu (el preso), Félix Granado (un hombre) y Alex Vázquez (narrador) completan un elenco actoral curtido en teatro, cine y series de TV. El modisto holandés Jan Taminiau viste a Patricia Peñalver (una extraña) con modelos inspirados en los años 20.

Alex Otheguy (trompetista) firma la dirección musical, al cargo de un cuarteto de jazz con contrabajo (Paolo Furia), teclados (Kevin Vasquez) y batería (Eduardo Solas), y otro de cuerda con dos violines (Luisa Sánchez y Amara Ríos), viola (Alejandro Revenga) y cello (Rocío Fuentes). Interpretaron nueve temas, entre ellos tres clásicos de la discografía de Chet Baker: ‘That old feeling’, ‘Time after time’ e ‘It could happen to you’. Emociones a flor de piel, del alegre swing-bolero (‘Close your eyes’) a la intimidad de la tristeza (‘There used to be a ballpark’)…

“Su trompeta nos lleva hacia esas vidas que le escuchaban cada tarde, dentro y fuera de la cárcel”, subraya Antonio Dyaz. Así, descubrimos a un preso que se autoinculpó de un delito que no cometió por salvar a un amigo (no tenía nada que perder), a un expresidiario que sigue encarcelado fuera de prisión (lo ha perdido todo) y a una mujer en un callejón enamorada de un músico encarcelado (sus notas conmueven a un pueblo entero).

 

El perdedor cool

Durante aquellos 16 meses enchironado Chet Baker mantuvo una correspondencia casi diaria con su novia Carol Jackson, futura esposa y madre de tres de sus cuatro hijos. Sin embargo, el jazzista blanco más apuesto de la época había llevado una disipada vida amorosa desde su llegada a Roma en 1956. Estrella rutilante de Pacific Jazz Records, era el ‘amigo americano’ de moda al otro lado del Atlántico…

Protagonizaba musicales juveniles con Mina y Adriano Celentano, firmaba la banda sonora de ‘Audace colpo dei soliti ignoti’ (Nanny Loy, 1959), tocaba en el pijo club La Bussola de playa Viareggio, donde consumía drogas, dinero y mujeres al mismo ritmo desenfrenado… En diciembre del 59 ya ingresó en una clínica de desintoxicación. Le encarcelaron la noche que conducía a Rímini para actuar con los Romano Mussolini All Stars, la banda del hijo pianista del dictador.

“Probablemente, alguna de aquellas amantes fuera a escucharle junto a los muros de la cárcel de Lucca”, explica Maximo Mintaka. Para sacar adelante el proyecto, se ha visto obligado a vender una Bach Artisan Stradivarius de su colección de trompetas y un Alfa Romeo 33 de carburación del 89, también de su colección. “Chet perdió su Alfa Romeo cuando le deportaron a Suiza”, bromea el productor. Era 1962. Tras desaparecer varios días, le habían detenido en Alemania.

Al creador del west coast jazz de los 50 (el artista que dio sentido a ésa palabra, sí, cool) ya no le dejaron entrar en Italia hasta 1975. La agonía del adicto ahogaba la orgía del genio y durante el lustro posterior a su puesta en libertad dio tumbos por media Europa entre expulsiones y deportaciones… En 1966 le rompen la dentadura a conciencia en San Francisco -¿amigos equivocados, algo más que un trapicheo, ajustes de cuentas?… Desaparece del mapa. Tres años después un fan le reconoce en una gasolinera donde trabaja 16 horas al día. Le costean una boca nueva y poco a poco recupera su talento. Los círculos solo se cierran para volver a abrirse.

 

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