Miguel Deblas Escera y George Marinov, directores e intérpretes de la obra, nos exponen el peligro que supone desmantelar el cuerpo del discurso, como por ejemplo, el peligro que alberga el encuentro sexual entre dos o más cuerpos. Establecen un paralelismo entre el teatro y el encuentro sexual, finalmente un encuentro cuerpo a cuerpo, donde el peligro es potencia. Ambos, junto con Jùlia Solé, se comprometen con la escena como quien participa en un experimento para la investigación científica o como aquellos que se alistan en el ejército, entregando su cuerpo a una causa ajena. Entregan sus cuerpos a esta serie de tres ejercicios englobados en un juego, una inventiva, un universo creado por ellos con sus propias reglas, donde dejan de lado sus voluntades y aceptan las consecuencias. A través de este juego ponen en cuestión todo lo establecido en nuestras sociedades, desde las identidades y su propia existencia hasta el lenguaje y lo artístico. Abriendo de este modo la posibilidad a fugarse del destino social, de la categoría, del nacimiento, mediante este artificio y gracias a él. Ofreciendo al público la posibilidad de generarse preguntas y no dando ninguna respuesta.
En esta nave que ofrece espacio de coworking, estudio musical, zona de taller y creación, y zona dedica a las relaciones humanas equipada para la práctica de BDSM, presenciamos una propuesta que rompía con los tabúes sociales relacionados con los cuerpos. Un proyecto transdisciplinar donde convergen el teatro, la danza, el arte de acción y el arte sonoro, que arriesgó y entregó sus cuerpos al análisis sexual y natural, permitiendo ser vaciados, penetrados, invadidos, golpeados, lacerados.