La bailarina Ana Luz de Andrés da vida sobre el escenario a unos títeres que se comunican sin palabras en una escenificación poética y emotiva de un relato doloroso, pero bello, en cinco únicas funciones.
Con este espectáculo, que se representa del 11 al 15 de diciembre, La Abadía cierra sus tres propuestas teatrales en torno a la literatura latinoamericana, tras Cortázar en juego y Borges y yo. Un afán por divulgar la riqueza de sus textos y que el director de Natalia, Jaime Santos recoge en esta particular adaptación: «Rulfo siempre ha sido un padre literario en mi vida. Yo me sabía de memoria y hacía cuentos de él y antes de adaptar Talpa, ya nos gustaba y nos inspiraba tanto a Ana Luz como a mí».
El títere como un nuevo lenguaje
Para llevar a escena un cuento que se lee en apenas 20 minutos, Jaime Santos reconoce que «ha sido una aventura», tanto en su duración como en la elección de los títeres. El director y Ana Luz de Andrés, bailarina y matemática que da vida a los títeres de la obra, pensaron en cómo darle otra dimensión al texto del autor mexicano. El resultado que se verá en escena es una propuesta de una hora de duración «porque lo necesitaba», afirma Jaime Santos. «Generamos una ceremonia con los distintos elementos que han hecho la peregrinación que narra el cuento en algo disfrutable e, incluso, en algo chamánico». En cuanto a la elección de los títeres «llegó de una manera orgánica con unas cabezas y cuerpos que tenía guardados y que fui uniendo», explica.
Ana Luz de Andrés es la persona responsable de aportar movimiento a los títeres de la obra, un redescubrimiento para ella y para el proyecto que, en su inicio se iba a centrar solo en la danza. «Llevar el cuento a escena ha sido muy bonito. Como un retiro. Ha sido todo muy poco a poco, con disfrute y descubrimiento de un nuevo lenguaje personal». Con la voz en off de Jaime Santos como hermano y de Ana Luz de Andrés como Natalia, la intérprete mide la colocación y la gestión minuciosa del tiempo y el espacio que se refuerza con la composición musical Pep Ascuel. «Yo sería incapaz de interpretar nuestro espectáculo como Ana. Ella posee toda la fuerza escénica y narrativa. Juega con los títeres hasta lograr un equilibrio entre los dioses y lo infantil», concluye el director.