Llegar a setenta años no entraba en mis planes.
Ahora, frente a una realidad que no puedo negar ¡tengo 71 años! me quedo totalmente asombrado por las energías que descubro a diario y quiero celebrarlo… Con mi querido publico.
Además me doy cuenta que no soy un caso aislado: Somos millones y millones de “jóvenes” viejos que vivieron su adolescencia en los tiempos utópicos de los años 60 y 70 bajo el mito de la eterna juventud y siento que las cosas que digo en este espectáculo tocaran a mucha gente.
Subo al escenario como portavoz de toda una generación.
Pero hay más… Esta sorprendente vitalidad me llega en un momento espiritual muy especial:
Desde siempre, he sabido que mi vida creativa era sostenido por un deseo atávico, visceral, de provocar el espectador. Quería siempre ir más aya que el “hecho” teatral para comunicar emociones verdaderas al público… Y por haber seguido esta intuición, fue continuamente acusado de ser un simple “provocador” buscando una fama superficial.
Esta acusación nunca me afectó profundamente porque sabía que esta forma de expresarme no era una decisión racional, era lo que mis instintos me pedían… Y tenía algo que haber con un viejo personaje histórico llamado El Bufón.
Sin embargo, es solo en los últimos años que comprendí que esta necesidad de buscar el ridículo en todas las cosas para hacer reír y transformar el público en cómplice de esta risa, no dependía de mi libro arbitro: Era la emanación de una otra identidad, otro ser, que existía en mi… ¡Un duende llamado Bufón!
El personaje Leo Bassi es la forma en que mi existencia a dado una salida al eterno ‘Espíritu Bufonesco’.
Por haber aceptado finalmente de no controlar esta parte de mi mismo, mis actuaciones dejan de ser creaciones artísticas y se transforman en celebraciones de algo muy antiguo que supera la existencia individual…
Estas celebraciones tienen un nombre, se llaman rituales y los que las practican no son artistas, son chamanes. ¡¡A mis 70 años, acabo de aceptar esta responsabilidad!!».