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Leo Bassi regresa a la sala Mirador de Madrid con «Yo, Mussolini»

Leo Bassi y su trabajo sobre Mussolini, cargado de humor. Un espectáculo nacido desde la investigación y desde la capacidad de análisis

 

Leo Bassi sobre el espectáculo

«Si vuelve el fascismo hay que dejarlo en manos de verdaderos profesionales…» El auge de la vieja ideología fascista en el día de hoy, en muchos países, es un desafío directo a mi alma de Bufón irreverente. Sentí una necesidad visceral de buscar las contradicciones en su retórica y divertirme con las consecuencias. Así fue cómo me surgió la idea de encarnar el personaje más emblemático del fascismo: Benito Mussolini.

Sinceramente, hace ya años que deseaba secretamente ser «Il Duce». Compartíamos tanto una cierta similitud física como un auténtico talento innato para el histrionismo. Sin embargo, cuando me puse el uniforme y las botas, fue mágico. Me sentí totalmente a gusto e inmediatamente anhelaba gobernar un imperio y tener una multitud en delirio con cada uno de mis discursos. Pasé días mirando decenas de los vídeos de sus mítines, buscando la más menor de sus idiosincrasias para calarme en el papel, pero, con el tiempo, esta dimensión teatral acabó en segundo plano. Empecé a fijarme en las circunstancias de sus discursos, en la gente que estaba en los balcones, mientras arengaba las follas. En el papel de la Iglesia, de los grandes industrialistas, de los publicistas, de los artistas de talento que trabajaban la nueva estética fascista, quienes fomentaron el apoyo masivo del pueblo italiano.

Esta idea de Mussolini era solo un payaso, una diversión sin importancia en el flujo de la historia era un concepto demasiado fácil. Mussolini y su partido fascista, igual que los Nazis de su alumno pródigo Hitler en Alemania, fueron creados integralmente por una elite que tenía una tarea muy definida: Impedir la contaminación de las clases obreras europeas y EEUU por la onda revolucionaria bolchevique.

El cinismo de este Poder fue sin límites y consiguieron evadir sus responsabilidades después de la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial, fabricando el mito de que toda la culpa era de líderes malvados y locos.

Intuí que narrar esta historia era más importante que las gesticulaciones y las caras de Mussolini en sus discursos.

Con el tiempo fui adentrándome en la narración, y descubrí una cantidad impresionante de información hoy en día olvidada o voluntariamente ocultada acerca del caudillo italiano.

Quedé fascinado al descubrir los siguientes hechos tan inesperados: Que a pesar de su origen humilde y provincial hablase un perfecto alemán, francés e inglés; Que fuese nombrado «Man of the year» por la revista TIME de EEUU en 1936; Que fue amigo íntimo de Walt Disney. Que contase durante unos años con el apoyo entusiasta de Churchill o estuviese hasta el 1938 ayudando a la creación del Estado de Israel; Que fuese cocainómano y pensase que Hitler… ¡era gay!

Tales hallazgos no hicieron más que aumentar mi voluntad de superar el lado anecdótico del personaje y tocar el verdadero fascismo. Creo que «Yo, Mussolini» es una obra muy completa y puede tocar el público profundamente. Quizás el punto más importante es mostrar como el fascismo fue concebido por el Poder como medio de manipulación de la opinión publica utilizando el miedo como arma. Desde los uniformes militares, el insulto como lenguaje, la glorificación de la ignorancia o la amenaza de la violencia física, nada es fruto del azar: Hay une estrategia atrás creada para asustar y, así, dominar.

«Yo, Mussolini» mezcla el chiste y la provocación fácil con una reflexión profunda sobre la manipulación política, un ejercicio artístico que toca la esencia del Arte bufonesco. Es una obra provocadora y divertida, pensada para generar optimismo y dar al público que sale del Teatro ganas de resistir o mejor: «¡Risistir!» con inteligencia a la intolerancia.

Al final, el mejor antídoto contra el fascismo es la risa y el pensamiento positivo. Sin su capacidad de generar miedo, el totalitarismo se queda en nada.

Palabra de Bufón.

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