La Sala Roja es el escenario de este montaje italiano que se escenificará el 21 y el 22 de mayo
En torno a la interpretación de la música del compositor italiano del Renacimiento Carlo Gesualdo y otros autores, como Purcell, Dowland, Trabaci o Marini, Davide y Giusspe di Liberto, como directores, escenógrafos e iluminadores, han concebido un dispositivo teatral basado en diversos ritos del sur italianos relacionados con la muerte.
La música será interpretada por dos formaciones prestigiosa italianas, La Compagnia del Madrigale y el conjunto instrumental Il Pomo d’Oro.
Según el proyecto de Sparge La Morte, uno de esos ritos que lo inspiran consiste en cubrir con plástico las tumbas de los muertos. A los creadores le recordó las sábanas blancas colgantes de balcones durante el Corpus Christi, cuya función es de mecanismo de defensa y tranquilizan ante el trauma del fallecimiento.
Las piezas que se han elegido para este espectáculo sugieren una continua alternancia entre una marcada dimensión espiritual y una tensión terrenal, humana y material.
De esta manera, los elementos principales que componen la escenografía serán láminas de plástico en forma de velos verticales que dividen el espacio de una forma que sigue siendo penetrable con la mirada: las láminas de celofán asumirán, de hecho, la función de crear un entorno con una carga espiritual y atemporal concreta.
Estos velos se iluminan con focos de luces inferiores que apuntan hacia arriba y emiten una luz cálida que recuerda a la de las velas votivas que alumbran las capillas mortuorias.
Además, la escenografía cuenta con una barra LED que funciona como centro de gravedad de toda la composición. Este filo de luz constituye un elemento totémico y anómalo que determina el espacio escénico y que requiere de cuidado y protección por lo que se presentará como centro gravitatorio y punto de convergencia.
De esta forma, el espectáculo asume un valor ritual, con dos escenas fundamentales para la narración dramatúrgica y poética: la apertura y el cierre del espectáculo. El comienzo estará marcado por una acción ritual ancestral, la de cubrir las cabezas de los cantantes con velos blancos, que recuerdan a los utilizados en los ritos funerarios y las ceremonias de luto de naturaleza pública y privada de origen griego en las que las protagonistas eran las plañideras.
Como ritual, tras el primer madrigal, los cantantes se despojarán de los velos y los entregarán a dos comisarios de escena, que los utilizarán para «limpiar» el espacio circundante. Durante el final, los cantantes recuperarán los velos y se los colocarán de nuevo, para purificarlos a través del canto.