Nació en Bilbao. Y tenía cinco años cuando, en 1937, pocas semanas después de los bombardeos sobre Guernica, fue una de los más de 1.500 niñas vascas embarcadas rumbo a la Unión Soviética, como parte de la campaña de evacuación que organizó la Segunda República Española. De allí pasó a un pueblo de Siberia durante la Segunda Guerra Mundial, pero terminaría estudiando Historia en Moscú, donde ganó la medalla Pushkin. Luego se trasladaría a Polonia y, ya en 1958, a México, donde se reencontró con su padre. El tren se convirtió en un símbolo de su existencia, y escribir, en una necesidad para enhebrar los puntos del mapa, recuperar la infancia perdida, entender el desgarro del exilio y comprobar que la guerra acabó siendo el eje de su vida. Hoy es la última poeta viva del exilio republicano. SIgue en México....