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Teatros del Canal resume más de 30 años de trayectoria de la cantante-performer Fátima Miranda en «FatiMatrioshka»

Montaje fotográfico de Fátima Miranda

Montaje fotográfico de Fátima Miranda

Debutante en el Festival de Otoño de 1991, Miranda combina en sus conciertos técnicas vocales orientales, occidentales y de su propia invención concibiendo la voz como instrumento de viento y de percusión

Su trabajo ha circulado por escenarios y festivales de todo el mundo, tanto en circuitos de música contemporánea y experimental como de teatro, performance art y poesía fonética. 

Huyendo de estereotipos, Miranda combina técnicas vocales orientales, occidentales y de su propia invención concibiendo la voz como instrumento de viento y de percusión instalado en el propio cuerpo. Ello le ha permitido desarrollar un registro vocal que va de un transparente hilo de voz al alarido más salvaje, y que se pone al servicio de un lenguaje musical propio en el que se difuminan las fronteras entre canto, poesía, teatro, composición, improvisación e interpretación.

En su concierto-performance audiovisual para una sola voz y a capela en Teatros del Canal, Fátima Miranda reactiva una cuidada selección de trabajos de tres décadas, combinándolos con obra reciente. Su trabajo da la espalda a los cánones de belleza del canto y de la palabra, entrando en el bosque de oralidades que aún pueblan el mundo, evocadoras de códigos de comunicación ya extinguidos que anidan en el inconsciente colectivo. De esta manera, sus creaciones suscitan la imaginación de un viaje que puede transcurrir por África, Japón, India, el mar, la selva, un templo o un mercado. 

La escasa utilización de palabras inteligibles acusa el carácter universal de su obra, que se levanta como contrapunto a la invasión de lo digital, de los smartphones, apps, ordenadores y artilugios de los que dependen músicas electrónicas y arte sonoro, que sin apenas intervención del cuerpo y del gesto resuelven conciertos con facilidades tecnológicas. 

Entre Salamanca, –ciudad natal de la artista, donde estudió Letras– y Samarkanda –de camino a la India, donde estudió música–, entre Occidente y Oriente, entre la tradición y la vanguardia, se encuentran los campos por los que metafóricamente transitan y brotan las voces de la artista.

 

Trayectoria

Fátima Miranda fue miembro fundador en 1983 del grupo de improvisación Taller de Música Mundana en el que colaboró con Llorenç Barber. Creó con él Flatus Vocis Trío grupo de poesía fonética. Con ambos grupos grabó los discos Ópera para papel y Grosso Modo. 

Entre 1982 y 1989 dirigió la fonoteca de la Universidad Complutense de Madrid y en 1985 recibe el Premio Nacional Cultura y Comunicación concedido por el Ministerio de Cultura por su libro La Fonoteca. 

Realizó estudios de canto Nô en París en 1987 y 1988 con Yumi Nara y aprendió canto difónico mongol con Tran Quang Haï. A partir de 1987 estudió música clásica del norte de la India -canto Dhrupad– con varios miembros de la eminente Familia Dagar, Ustad Zia Fariduddin Dagar, Ustad Zia Fariduddin Dagar y Uday Bhawalkar.

Entre 1983 y 1993 estudió bel canto con el fin de poner unas y otras técnicas habitualmente consideradas incompatibles, en convivencia con la vanguardia. Diez años después, siguió ampliando sus estudios con el canto tradicional Mugham con Fargana y Alim Qasimov en Azerbaijan.

A partir de los noventa comienza a volcar sus conocimientos en creaciones como los tres conciertos-performance para voz sola: Las voces de la voz (1991), Concierto en canto (1995), ArteSonado (2000).En 2005 estrenó el espectáculo de gran formato Cantos robados, al que siguió en 2007 MADrid MADrás MADrid! y perVERSIONES en 2011. Y en 2014 estrenó el concierto-performance aCuerdas, un dúo con el virtuoso de la zanfona Marc Egea.

En estos últimos años ha recibido premios como el Cura Castillejo a la Propuesta Musical más desaforada y el IV Premio Internazionale Demetrio Stratos, el Primer Premio de Videoarte de Mujeres Artistas en los VII Encuentros Internacionales de Arte y Género de Sevilla (2012) y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2018).

Desde 2016 desarrolló el proyecto Living Room Room, conciertos a capella y a medida para todo tipo de espacios públicos o privados, mínimos o enormes, desprovistos de estructura teatral, a menudo sin amplificación. Desde museos, balcones, salones o iglesias a naves industriales, incluyendo secciones improvisadas que surgen en diálogo con el público y con la arquitectura y acústica que le es propia a cada lugar.

 

 

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