Por fortuna, la magia, como concepto genérico, ha traspasado la pequeña pantalla para afianzarse en salas especializadas y contar con el apoyo de grandes productoras como Smedia, donde el espectador puede ver en directo los trucos y alucinar con los efectos. Por muy similar que pueda parecernos, es responsabilidad del ilusionista hacer cada función única e imprimir en cada uno de sus números un sello personal que permita al espectador recordarlo para siempre. Este joven madrileño, quien comenzó a experimentar a los ocho años de manera autodidacta, sabe cómo hacerlo; y tras unos números de calentamiento se abre a la audiencia para invitarnos a acompañarle durante un viaje mágico por el país de las historias y el espectáculo. Dicho de otro modo, Ruiz no quiere un show más donde demostrar sus habilidades, quiere ser un cicerón de un relato basado en sus propias vivencias. Y vaya si lo consigue.
El arte de contar historias, o en inglés storytelling, es transversal y está presentes en muchas disciplinas como la comunicación, la política o el marketing. El principal inconveniente está cuando el relato enmascara la ausencia de contenido o cuando no guarda relación con aquello que se cuenta. Premisa de ningún modo presente en Un mago en América. La conexión entre la magia y sus viajes, donde su mentor se curtió como tahúr, agrega un nivel profundo de significado al espectáculo. La sensación reveladora experimentada durante sus travesías marca un punto de inflexión en su crecimiento como artista, y esta transformación se comunica de manera emocionante a través de su actuación. Cada truco se convierte en un capítulo en esta gran historia, y cada ilusión se conecta con una experiencia personal que Ruiz, gracias a la narrativa de Rafa Egea, comparte con el público, agregando una capa adicional de verdad y significado a cada acto.
El montaje ha contado con el asesoramiento mágico de los prestidigitadores Raymon, Pepo Capel y Fito Crowford, donde, mediante una serie de números, nos sitúa en tres lugares concretos de Estados Unidos que, como comprenderán, no revelaré. Es en este punto donde el también autor de Una hora de secretos en el Teatro La Escalera de Jacob, con más de 250 funciones, demuestra su autoridad, maestría y dominio el arte de la cartomagia de una manera difícil de igualar. Como crítico y seguidor apasionado de espectáculos mágicos, nunca antes había sido testigo de un conocimiento tan profundo y exhaustivo de la baraja como el que Ruiz posee. El campo de la cartomagia requiere de un dominio absoluto de la técnica, la psicología y la presentación. El joven ilusionista lleva esta disciplina a un nivel completamente nuevo. Su manejo de las cartas es tan fluido y preciso que parecen cobrar vida propia en sus manos. Cada movimiento está sincronizado a la perfección, y su habilidad para crear ilusiones y revelaciones asombrosas con una simple baraja de cartas es absolutamente impresionante.
Lejos de quedarse solamente en esta rama, la usa como un vehículo para saltar a la adivinación. El Segundo Premio en el concurso Magia Joven – Jóvenes Promesas del Festival Toledo – Ilusión es capaz de saber qué opción va a elegir el público, adivinar números y letras a simple vista inconexas y, lo que es más alucinante, conectar su viaje personal con el de cada uno de nosotros. Por si no fuera suficiente, todos los números están hábilmente interconectados por una trama argumental cautivadora y guardan relación entre sí. Cada truco de magia y acto ilusionista se convierte en un eslabón en una cadena de eventos desarrollados a lo largo de la actuación. A medida que José Ruiz comparte sus historias personales y su evolución como mago, los números cobran vida en un contexto más amplio y profundo. Esta interconexión no solo genera un espectáculo fluido y cohesivo, sino que también permite al público sentirse parte de una narrativa mágica única.
Ver a José Ruiz en acción es una experiencia única que deja al espectador asombrado y con la sensación de haber sido testigo de algo verdaderamente extraordinario. Su capacidad para involucrar al público en sus actos es admirable y demuestra su maestría en la presentación y el manejo de la psicología de la audiencia. Probablemente se deba a su participación en programas televisivos como «Madrid Directo» y «Got Talent” o en eventos corporativos y actuaciones para empresas e instituciones. Dicho de otro modo, su habilidad como mago, sumado a la ambientación escénica, le permiten mantener un control absoluto sobre el respetable, cautivándolo por completo en cada número, con la ayuda de un inteligente diseño de iluminación de Ezequiel Nobili y una pantalla trasera para proyectar fotografías, vídeos y amplificar lo vivido en directo. Con su encanto y carisma, logra no solo sorprender y asombrar, sino también crear una conexión genuina y conducir a la audiencia a un viaje mágico y entretenido que nunca olvidarán.
En definitiva, Un mago en América es un espectáculo que no solo deslumbra con sus trucos de cerca, sino que también toca el corazón al explorar la influencia de los maestros, los viajes transformadores y la pasión por esta disciplina en la vida de José Ruiz. Su historia de superación y éxito es una fuente de inspiración para los amantes de este arte y un recordatorio de que la pasión y el trabajo duro pueden llevar a grandes logros en cualquier campo artístico. A su vez, es un alegato a la magia más allá de las ilusiones; es una forma de conectar con las historias y las emociones humanas. Ruiz encarna esta verdad, y su espectáculo es un tributo conmovedor a la magia y a la amistad.