Después de unos años en un grupo de Getafe, Taormina, se presentó a la escuela de actores que José Luis Gómez formó en la apertura del Teatro de la Abadía. El primer montaje de aquel proyecto, Retablo de la avaricia, la lujuria y la muerte, mostró a la profesión la calidad asombrosa de una actriz hasta entonces desconocida. Cinco años después, le ofrecerían un pequeño papel para televisión que la convertiría en una de las actrices más populares de nuestro país. Dos series de televisión y más de cuarenta películas, pero prácticamente el mismo número de obras de teatro, porque nunca ha querido dejar de subir a los escenarios y seguir buscando desafíos. Así como en el cine y la televisión ha asumido habitualmente personajes humorísticos y cercanos, en el teatro ha desarrollado una carrera llena de riesgo, de papeles tan variados como la Liubov de El jardín de los cerezos, la Helena de Juicio a una zorra, la tortuga de La tortuga de Darwin, la Sasha de Platonov o esta monja pintora de La autora de Las Meninas, una de las mejores obras de Ernesto Caballero, un referente para las generaciones de dramaturgos y directores surgidos en los últimos treinta años, autor y director imprescindible que ha contado con Machi desde sus inicios en cinco de sus obras: María Sarmiento, Santiago de Cuba y cierra España, Un busto al cuerpo, Auto, La tortuga de Darwin y que volvió a contar con Carmen como protagonista de su obra La autora de Las Meninas. Aquí ofrecemos un fragmento de este trabajo, en el que acompañan a Machi los actores Mireia Aixalá y Francisco Reyes, cuyo deletéreo personaje cita a uno de los autores favoritos de Caballero: “Con haberlo imaginado / hecho tienes la mitad”.
Carmelo Gómez, el caballero
Miguel Narros fue uno de los más importantes directores de escena españoles del siglo XX. Algo que todos recuerdan de su trabajo es que le gustaba encontrar jóvenes talentos, dar oportunidades a sus estudiantes. En 1986 contó con un joven recién salido de la RESAD para un papel en El sueño de una noche de verano. Volvió a contar con él en 1988 para La Malquerida y finalmente, en 1990, le dio el papel protagonista de El caballero de Olmedo para la Compañía Nacional de Teatro Clásico. Para entonces, Carmelo Gómez había tenido pequeñas apariciones en el cine; su debut, de la mano de otro maestro: una pequeña intervención en El viaje a ninguna parte, de Fernando Fernán-Gómez. A partir de aquel papel protagonista en la tragedia de Lope de Vega, comenzó una impresionante carrera como actor de cine, con 35 películas en treinta años, y regresó al teatro siempre que pudo. Precisamente, uno de sus últimos trabajos en el escenario fue su regreso a la Compañía Nacional de Teatro Clásico para encarnar a Pedro Crespo. Así que este monólogo que ofrecemos fue un momento especial de nuestro teatro: el primer gran papel de uno de nuestros más grandes actores.