No se puede en una nota breve resumir este medio siglo de José Luis Gómez, director del Teatro Español y del Centro Dramático Nacional; director fundador del Teatro de la Abadía durante 25 años, creador de espectáculos inolvidables, referente por su sabio y riguroso proceso creativo.
Aquel Informe para una academia de 1971 fue el primero de un ramillete de magníficos monólogos que han marcado su trayectoria como actor: Carta al padre; Azaña, una pasión española; Diario de un poeta recién casado; Unamuno, venceréis pero no convenceréis… este Mío Cid, un proyecto muy especial que se relaciona inevitablemente con su pasión por la palabra, por el estudio del idioma, que llevó a la Real Academia a convertirlo en el primer actor miembro de la Casa (Hace pocas semanas recordábamos que otro actor académico, pero Fernando Fernán-Gómez había escrito 12 obras de teatro, trece novelas y 36 guiones cinematográficos). Tras su entrada en la RAE, Gómez organizó un memorable ciclo de recitales, Cómicos de la Lengua, en el que grandes intérpretes de nuestro país, presentados por miembros de la Academia, recitaban fragmentos de las obras fundamentales de nuestra Literatura. Aquel fue el germen de este Mío Cid que se estrenó en el difícil 2020 y continúa una luminosa vida en los escenarios.
Inicios del CDAEM
Fue el día 17 de junio de 1971, hace medio siglo.
El Boletín Oficial del Estado, en su página 9784 decía: “La consideración del relevante interés general de las actividades teatrales con su evidente influencia en la formación artística, cultural y social de la comunidad nacional, hace aconsejable adoptar las medidas necesarias para asegurar la conservación de los documentos y medios creados a través de su historia y la constancia de las manifestaciones escénicas de nuestro tiempo, a fin de evitar la pérdida o dispersión de los vestigios de una labor, unos esfuerzos y unas aportaciones de los que, en muchos casos, apenas queda constancia…” así comenzaba la orden de 9 de junio por la que se creaba en la Dirección General de Cultura Popular y espectáculos un Centro Nacional de Documentación Teatral.
El Centro recibió materiales documentales de los diferentes departamentos – incluida la Junta de censura, lo que hoy es un tesoro singular – y adquirió un buen número de libros que fueron la base de la actual biblioteca. “Poco más se puede recordar de aquella etapa, salvo las buenas intenciones y la clarividencia sobre lo obvio que supone arbitrar un sistema capaz de dejar constancia de actividad tan frágil y escurridiza como es el teatro”, escribía Moisés Pérez Coterillo en el número 0 de la revista El Público, que fue durante diez años, desde su aparición en 1983, el buque insignia de este Centro de Documentación Teatral.
En un libro que se publicará en este año, repasaremos las diferentes etapas de esta institución con los que han sido sus directores: César Oliva, Andrés Peláez, Cristina Santolaria y Julio Huélamo.
Antes de que aparezca esa publicación, queremos compartir con quienes siguen nuestra web y nuestros medios, desde este junio hasta que finalice el año, algunos tesoros de un fondo documental único: junto a nuestro archivo de más de un millón de documentos, que incluye unas cuatrocientas mil fotografías; junto a nuestras publicaciones y nuestro gestor de bases de datos, tal vez el más singular de nuestros fondos son las cerca de diez mil obras grabadas en vídeo, una parte de las cuales se pueden disfrutar en una plataforma pionera en este tipo de servicio, la Teatroteca.
Hemos elegido doce fragmentos inolvidables. Podríamos haber elegido mil, así de rico es nuestro fondo y así de rica ha sido la historia de nuestro teatro desde que, hace más de cuarenta años, venimos registrando en soportes audiovisuales la realidad del teatro en nuestro país.
Son doce viajes con grandes obras y grandes intérpretes. Doce tesoros.