La actriz hubiera cumplido en marzo la edad de 88 años
Aparte del espectáculo, había algo que me parecía mucho más llamativo. Cómo aquella mujer, líder en su género, mediática, querida por el gran público, y con tanta popularidad, había conseguido tener su propio teatro. Tanta era mi admiración por ella que en más de una ocasión osé escribirle a la Plaza de la Cebada. Nunca hubo éxito de respuesta. Pero cuando aquellas cartas cayeron en el olvido, y la esperanza se desvaneció, en el buzón de mi domicilio estaba aquel sobre de color crema con un tímido remitente, Lina Morgan. Ella sabía cuidar muy bien a su fiel público.
Y llegó el gran día. Pude entrar en aquella catedral de la revista, confeccionada a medida de aquella gran estrella. Nada más entrar, a la derecha, un pequeño espacio para la venta de recuerdos y snacks, además del teléfono público. Allí también se vendían los discos de vinilo y casetes que la artista había grabado con la música de sus espectáculos. Paredes repletas de fotografías de la actriz, de los actores y actrices de su compañía, del ballet, y de las fachadas que con el paso de los años habían ocupado el Teatro La Latina. Un espectáculo maravilloso. Muy por encima de mis expectativas. Lo que no sabía es que lentamente el gusanillo se estaba introduciendo en mí. Y luego es casi imposible sacarlo y sanar.
De aquella visita, por último, recuerdo la entrega del público a la genial cómica. Y como no, aquella larga cola a la puerta de su camerino, ese mítico camerino, donde recibía y firmaba autógrafos a todo el que allí esperaba. Ella, sentada, hablaba con todo el que por allí pasaba. Y he de decir que mi encuentro con ella hizo detener mi respiración por un momento. Ella me pidió que la besara, y yo no era capaz de articular palabra. Resumen, diez años y enfrente alguien a quien no sabía que admiraría toda mi vida. Cuando salí era inevitable no volver la cabeza hacia atrás, quería inmortalizar ese momento en mi retina, y por nada en el mundo quería que se acabara. A mi pesar, nunca más nos volvimos a ver.
Una pequeña biografía de alguien muy grande
La revista es un género artístico netamente español, que tiene muy poco que ver, a pesar de sus aparentes similitudes, con el musical americano o con el vodevil francés. Consiste, por regla general, en una hábil mezcla de situaciones hilvanadas mínimamente por un leve hilo argumental y canciones, y se caracteriza sobre todo por una manera especial de relacionarse con el público, aspecto éste que depende en gran manera de las virtudes del artista. La revista ha generado una larga lista de actores y actrices, que en algunos casos, como los de Concha Velasco, José Sazatornil o Esperanza Roy, han pasado a otros campos de la interpretación y han visto cómo se revalorizaban sus nombres, pero que en otros han permanecido fieles al escenario teatral, como es el caso de Tomás Zori, Fernando Santos o Quique Camoiras. Lina Morgan estaría en el primer grupo de artistas, puesto que, si bien fue un verdadero “animal de revista”, también ha actuado con gran éxito en el cine, repitiendo, en cierto modo, el mismo tipo de papeles cómicos que la han hecho célebre en los escenarios teatrales.
Pequeña y vivaracha, Lina Morgan fue la actriz cómica por excelencia de la escena española. Su vocación le vino de muy adentro de su ser, y ella misma declaró que su debilidad era la de hacer reír. Y lo consiguió, una y otra vez, con palabras malintencionadas, con dobles sentidos, con sus posturas inimitables, atolondradas, sugestivas, atrevidas. En escena era espectacular. ¿Quién no conoce los característicos gestos de sus manos, sus paseos por el escenario, su habla veloz, sus exageraciones, su imagen mezcla de mujer espabilada y tonta del bote cuando se explicaba enbarulladamente? Hay pocas actrices con la vis cómica de la Morgan, y por ello, desde el principio de su carrera, que fue algo dura, su ascensión fue meteórica, y la aceptación del público enormemente fiel y duradera.
Hija de un sastre y una ama de casa, o como diría la propia Lina Morgan “de una madre que hacía de madre”, su nombre verdadero es el de María de los Ángeles López Segovia. Su carrera artística se inició cuando contaba con apenas trece años, cuando empezó a formar parte de la compañía “Los chavalillos de España”. Por aquellos tiempos se hacía llamar Angelines, y anduvo con la compañía casi dos años.
Su entrada en el género de la revista propiamente dicha se produjo de la mano de Alfonso del Real, como chicha de conjunto, pero ella pretendía figurar en un lugar más vistoso del cartel, aunque todavía le faltaban muchos peldaños por subir en la escalera del éxito. Alguna vez declaró que se pasaba la vida pensando “a ver si alguien se pone malo y puedo hacer su papel. Incluso podría haber hecho el papel de Alfonso del Real, me lo sabía de memoria”. Posteriormente pasó por toda la escala de vedettes, en un teatro de Valencia, hasta que, por fin, de la mano del célebre empresario de variedades Matías Colsada, fue contratada como segunda vedette en el espectáculo Mujeres o diosas.
La carrera de Lina Morgan se fue forjando a base de conocer los entresijos de cada uno de los escalafones habituales de la revista. Muy pronto surgió El tren de la felicidad, un espectáculo que sirvió para que se fijara en ella el actor Ángel de Andrés, y la pusiera nuevamente de segunda vedette, en el Teatro Fuencarral de Madrid, hoy ya desaparecido. Se la empezaba a conocer en los medios revisteriles, pero el gran público desconocía todavía la personalidad artística de Lina Morgan. Tuvo que ser otra vez Matías Colsada quien se encargara de dar un nuevo empujón a la carrera de la actriz. La oportunidad le surgió al encomendarle Colsada que realizara un papel cómico como pareja de Juanito Navarro. El éxito fue fulgurante, y durante cinco años el dúo que formaron se hizo tan célebre que los productores de cine empezaron a ver que aquella chica tenía posibilidades.
Ésta es la época del despegue definitivo de Lina Morgan. Hasta entonces había compartido cartel con los mejores artistas de revista del país. Nombres como Manolo Gómez Bur, el humorista Gila, Tony Leblanc, Toni Casal, o los cómicos Zori y Santos. Precisamente fueron estos dos artistas quienes la contrataron una vez finalizado su periplo con Juanito Navarro. Lina Morgan era ya una actriz conocida y reconocida, y su paso al cine se hizo inminente. La carrera cinematográfica de Lina Morgan está llena de auténticos exitazos de taquilla, en los que la genial cómica se despachaba a gusto con sus gestos característicos.
En 1976, gracias al dinero obtenido a lo largo de su carrera, y a la sabiduría en asuntos financieros de su hermano José Luis, quien la ha acompañado a lo largo de casi toda su trayectoria, Lina Morgan se decidió a formar su propia compañía. Debutó con el espectáculo Pura metalúrgica. Pero no todo fueron glorias para nuestra protagonista. En algún momento, y habiéndose comido todos los ahorros de su vida, algún que otro periodista tuvo que echarles una manita con la promoción de sus espectáculos. Los primeros no tuvieron el enorme éxito que más tarde obtendrían Vaya par de gemelas, Sí al amor, El último tranvía, y Celeste… no es un color.
A principios de la década de los ochenta, Lina Morgan pudo hacer realidad el sueño de su vida, comprar su propio teatro. Junto a su hermano José Luis dirigió el Teatro La Latina de Madrid, escenario a partir de entonces de sus éxitos en la capital. En alguna entrevista declaró no saber ni cuántas butacas tenía el teatro. Pero para eso contaba con su alma gemela, su hermano. Al preguntarle sobre el porqué de este importante paso declaró: “Hay artistas que se gastan su dinero en joyas y vestidos. Yo he querido comprar un teatro y arreglarlo para que no sólo los espectadores se encuentren cómodos, sino también los artistas.
Los premios también llegaron para reconocer su gran labor profesional. Ya era un referente en el mundo teatral, cinematográfico, y televisivo, donde también llegó para arrasar.
En los últimos años de su vida estuvo tranquila. Saboreando las mieles del éxito pasado, y barajando algunos proyectos teatrales que nunca llegaron. La televisión también le jugó alguna que otra mala pasada por las audiencias, direcciones, y demás, pero creo que siempre sintió el cariño de su público que nunca la abandonó. Su última preocupación, el Teatro La Latina, coliseo que vendió a la empresa Focus-Pentación con el pleno convencimiento de que seguiría siendo un teatro.
Uno de los pocos estudios que recogen la vida profesional de la popular actriz es el libro titulado Lina Morgan: De Angelines a Excelentísima Señora, escrito por Jesús García Orts, y que se convierte en la única biografía autorizada de la genial Lina Morgan.