La apabullante cantidad de trabajos en cine y televisión (IMDB cuenta 262) puede hacer que olvidemos que fue un hombre de teatro vocacional, que comenzó en 1943 en el Teatro Español Universitario con Modesto Higueras y que hasta los años sesenta compaginó el oficio de actor con los de escenógrafo y figurinista; incluso, en una ocasión como director de escena. O que obtuvo, en 2002, el Premio Nacional de Teatro. Sobre su vocación teatral, vale decir que sus trabajos en el escenario, como actor, figurinista o escenógrafo, superaron el medio centenar; y que se retiró definitivamente de los escenarios a la edad de 82 años. En los primeros años ochenta protagonizó para el Centro Dramático Nacional Vade Retro, que supuso la consagración de Fermín Cabal como dramaturgo. Al año siguiente de aquel estreno, asumió la voz de Max Aub en la adaptación de la crónica La gallina ciega realizada por el crítico José Monleón que se pudo ver en el Teatro María Guerrero.
Le da la réplica una de las más célebres estrellas del teatro, el cine y la canción de los últimos cuarenta años en nuestro país. Ana Belén debutó en el cine con catorce años – tomó su nombre artístico de su personaje en la película Zampo y yo – y el director Miguel Narros, que hacía un pequeño papel en la película, se convirtió en su mentor y maestro. Pilar estudió en el TEI al tiempo que, en seguida, comenzó a trabajar en teatro, en la compañía del Teatro español. Narros la dirigió entre 1966 – Tenía quince años – y 1975 en Numancia, El rey Lear, Las mujeres sabias, El rufián Castrucho, Medida por medida, Don Juan Tenorio, El sí de las niñas… tras salir de la compañía del Español, continuó en el mismo entorno: Narros, Layton, José Carlos Plaza, hasta la llegada al CDN en 1981 con Lluís Pasqual. Hoy la podemos ver en la Compañía Nacional de Teatro Clásico regresando a Shakespeare. Nuestra revista Figuras ofrece una muy interesante entrevista con Ana Belén.
López Vázquez, Ana Belén y la palabra clara de uno de los mejores escritores del siglo XX, Max Aub.
Sobre el CDAEM
Fue el día 17 de junio de 1971, hace medio siglo.
El Boletín Oficial del Estado, en su página 9784 decía: “La consideración del relevante interés general de las actividades teatrales con su evidente influencia en la formación artística, cultural y social de la comunidad nacional, hace aconsejable adoptar las medidas necesarias para asegurar la conservación de los documentos y medios creados a través de su historia y la constancia de las manifestaciones escénicas de nuestro tiempo, a fin de evitar la pérdida o dispersión de los vestigios de una labor, unos esfuerzos y unas aportaciones de los que, en muchos casos, apenas queda constancia…” así comenzaba la orden de 9 de junio por la que se creaba en la Dirección General de Cultura Popular y espectáculos un Centro Nacional de Documentación Teatral.
El Centro recibió materiales documentales de los diferentes departamentos – incluida la Junta de censura, lo que hoy es un tesoro singular – y adquirió un buen número de libros que fueron la base de la actual biblioteca. “Poco más se puede recordar de aquella etapa, salvo las buenas intenciones y la clarividencia sobre lo obvio que supone arbitrar un sistema capaz de dejar constancia de actividad tan frágil y escurridiza como es el teatro”, escribía Moisés Pérez Coterillo en el número 0 de la revista El Público, que fue durante diez años, desde su aparición en 1983, el buque insignia de este Centro de Documentación Teatral.
En un libro que se publicará en este año, repasaremos las diferentes etapas de esta institución con los que han sido sus directores: César Oliva, Andrés Peláez, Cristina Santolaria y Julio Huélamo.
Antes de que aparezca esa publicación, queremos compartir con quienes siguen nuestra web y nuestros medios, desde este junio hasta que finalice el año, algunos tesoros de un fondo documental único: junto a nuestro archivo de más de un millón de documentos, que incluye unas cuatrocientas mil fotografías; junto a nuestras publicaciones y nuestro gestor de bases de datos, tal vez el más singular de nuestros fondos son las cerca de diez mil obras grabadas en vídeo, una parte de las cuales se pueden disfrutar en una plataforma pionera en este tipo de servicio, la Teatroteca.
Hemos elegido doce fragmentos inolvidables. Podríamos haber elegido mil, así de rico es nuestro fondo y así de rica ha sido la historia de nuestro teatro desde que, hace más de cuarenta años, venimos registrando en soportes audiovisuales la realidad del teatro en nuestro país.
Son doce viajes con grandes obras y grandes intérpretes. Doce tesoros