Para Aitana Sánchez-Gijón la mejor hora del día es cuando se levanta, si ha dormido bien, si no, puede ser la peor. De pequeña tenía muy claro que quería ser actriz. El juguete de la infancia que recuerda con más cariño es una muñeca Nancy de color negro. La primera oportunidad profesional le llegó de la mano de Pedro Masó. Nunca se disfrazaría en una fiesta, no le gusta nada, y comenta al respecto, que se pasa el día disfrazada encima de un escenario o delante de la cámara. Cuando se encuentra sola delante de un espejo se observa, a ver qué cara tiene en ese momento. El pelo es el rasgo físico del que se siente más orgullosa. Tiene mucha suerte de seguir teniendo un “pelazo” así a su edad (risas). Ha sentido vergüenza en muchos momentos de su vida, pero reconoce que cuando se equivoca en mandar un mensaje de wasap a alguien, y no era para él, se quiere morir. Su canción preferida es Desde mi libertad, cantada por Ana Belén. Reconoce que tiene miedo a perder a sus seres queridos y mentiría por no hacer daño innecesariamente. Y admite que lo hace muy a menudo. Los nervios los puede perder en algún momento y envidia de los hombres el privilegio. El hecho de la humanidad que le produce mayor admiración es el voto femenino, y el que le produce mayor rechazo es la prepotencia y capacidad de destrucción de los machos alfa que están reventando el mundo. Los hechos tecnológicos le cuesta comprenderlos. La ansiedad es su infierno particular, y le hubiera gustado ser la protagonista de la película Eva al desnudo, con Bette Davis. Pasaría una noche con un grupo de amigas, charlando bajo una manta, y con unas buenas copas de vino. Así es, compleja y sencilla, a la vez, nuestra protagonista...