Reconózcanlo, ustedes también mienten. Ante una pregunta delicada tratamos de contestar una generalidad esperando la respuesta del otro como medida de referencia, o simplemente no decimos la verdad. El por qué suele estar claro: las consecuencias. Ahora bien, ¿qué ocurriría si ante una cuestión complicada pudiéramos decir simplemente lo que hacemos sin temor a represalias y con la posibilidad de saber si estamos o no en consonancia con la mayoría? La solución a este dilema la tiene Luis Fabra todos los jueves en el Pequeño Teatro Gran Vía.