Domingo, 3 de julio de 2022. Día 4.
Este domingo fui a Madrid a llevar a mi hija a un curso de escalada. Hay cursos de todo. Antes había cursos de mecanografía y poco más, pero ahora si uno, por lo que sea, tiene interés en la confección de papel de seda, se puede apuntar a un curso, ya sea al lado de su casa o por internet. Hace poco desciframos el arcano de las cortinas de baño, de cómo estirar la barra. Porque esa es otra: ¿cómo es posible que las instrucciones sirvan para despistar en vez de orientar? Los de las barras dicen que girando se hacen más grandes o más pequeñas, dependiendo del sentido. Es mentira. Probablemente, los redactores de instrucciones no se hablan con los que hacen las cosas y escriben ficción. Podemos así ampliar el catálogo de los géneros literarios y colocar, junto a la epopeya, el cuento y la novela, las instrucciones. Viví un tiempo en Dublín, poco a Dios gracias, con un tipo que se dedicaba a escribir instrucciones. Patrick se llamaba y las escribía en Amsterdam. Luego se hartó y se vino a Dublín. Si de algo estoy seguro es de que las escribía como le salían. Era plenamente consciente de que no se puede explicar a nadie por escrito cómo programar una lavadora. Era, además, un pésimo jugador de dardos y tuvo un conflicto irresoluble con otro compañero de piso, Peter, un alemán de Nuremberg. Pero esa es otra historia.