Dirigida y adaptada por David Serrano, El Hombre Almohada se presentó por primera vez en 2003 en Londres y en 2005 se llevó a Broadway
El dramaturgo inglés Martin McDonagh habla en su obra maestra de cosas que no son fáciles de escuchar ni de contemplar
El director, productor y guionista David Serrano (El otro lado de la cama, Los dos lados de la cama) se pone al frente de un elenco lleno de caras conocidas tanto en el teatro como en la televisión y el cine: la ganadora de dos premios Goya Belén Cuesta, Ricardo Gómez, conocido por dar vida a Carlos Alcántara en la serie Cuéntame, la actriz teatral Manuela Paso y Juan Codina (Premio Max Mejor Actor de Reparto 2013).
Como en muchas de sus extraordinarias funciones, el dramaturgo inglés Martin McDonagh nos habla en El hombre almohada, la que quizá sea su obra maestra, de cosas que no son fáciles de escuchar y nos muestra situaciones que no son fáciles de contemplar. El mundo para McDonagh es un lugar hostil en el que pocas cosas nos ayudan a escapar del horror. Una de ellas es, sin duda, el arte y, más concretamente, la literatura.
Lo es para Martin McDonagh y lo es para Katurian, la escritora de cuentos protagonista de esta maravillosa función, quien se encontrará frente a un dilema con el que muchos artistas se enfrentan hoy en día: ¿hasta qué punto es un creador responsable de la percepción que tienen los espectadores de sus obras?
Katurian escribe cuentos, cuentos macabros, pequeñas piezas que nos hablan de infancias destruidas por la violencia, de un mundo que una vez fue un lugar casi perfecto, pero en el que, en un momento determinado, todo se torció. Sus cuentos son brutales, terribles, pero, al mismo tiempo, están llenos de poesía, incluso de una extraña y particular belleza, tal y como defiende Katurian, y seguramente también McDonagh, que es el mundo en el que vivimos. “No hay finales felices en la vida real”, dice McDonagh en boca de su protagonista.
La vida de Katurian es como la de los personajes de sus relatos: una infancia feliz destruida por unos adultos macabros. Y su obra es un reflejo de esa infancia. Pero, ¿no lo son acaso las obras de todos los artistas del mundo?