El argumento nace en territorio teatral, incluso tiene algo de autoficción, pero se hace extrapolable a cualquier otro ámbito: una compañía de teatro está en plena sesión de trabajo. Preparan una función que habla de ser libres haciendo lo correcto. Sin embargo, viven un momento crítico en el que se enfrentarán los principios éticos con la necesidad de sentirse importantes.
Porque todos sentimos la necesidad de ser importantes. El relumbrón nos deslumbra. Y Perigallo decide que, con este montaje, no tienen más remedio que reírse de eso, porque es muy ridículo el ridículo que hacemos. Además, la fama es un poderoso imán cultural. ¿Por qué funcionan más en taquilla las producciones con nombres conocidos, con estrellas cuyo comportamiento incluso copiamos en el día a día? La obra lo analiza sin paños calientes para nadie: ¿por qué se ha perdido a parte del público en ese camino, porque se han invisibilizado a sus ojos artistas que cotizan menos en el la industria teatral?
Ese relumbrón nos hace olvidar muy a menudo cuáles son nuestros valores y cuáles eran nuestras prioridades. Mucha pose y poco poso.
Perigallo lleva en el oficio más de 25 años, así que saben de lo que hablan aquí, con dos personajes que tendrán que escoger entre la tranquilidad económica pisando la alfombra roja o la tranquilidad cada noche cuando se vayan a dormir.
Esta es una propuesta para revisarnos, para reírnos de nosotros, para analizarnos.
Una vuelta a los valores.
Un alto en el camino.