El creador suizo Milo Rau, dramaturgo, director, cineasta y periodista, al frente actualmente del teatro NTGent en Bélgica, es persona non grata en Rusia, fue censurado en Brasil, y escandalizó a Bélgica al querer subir a excombatientes del ISIS sobre el escenario. Son meros ejemplos de cómo Milo Rau agita conciencias en los escenarios y festivales más importantes del mundo
Familie no será menos, al llevar sobre la escena a una familia de cuatro miembros, representados el día antes de su suicidio. Una obra cargada de reflexiones sobre la decadencia de Europa y el mundo que está construyendo y destruyendo a la vez la sociedad occidental
Familie
La obra de teatro Familie no es solo una obra sobre la familia. Es la familia como unidad mínima de relación entre seres humanos, es la familia tradicional frente a tipos de relación familiar diversos, es la familia occidental de clase media, la familia europea de hoy, la idea de una vida ordenada y mínimamente estable en nuestro mundo, una idea en entredicho con la guerra llamando a la puerta, a pesar de que la obra se estrenó a principios de 2020; lo que parecen hechos aislados acaban revelándose síntomas de un movimiento tectónico en los cimientos culturales de nuestro tiempo. La familia y el suicidio colectivo, como si de una pequeña secta se tratara. ¿No podríamos considerar cada unidad familiar como una mini secta? Al menos esas familias donde todo es perfecto, donde fluye el amor y el apoyo mutuo, la escucha y la empatía, la solidaridad y la capacidad de perdón. ¿Es real? El teatro sabe, desde que existe, desde que empezó relatando las vicisitudes de la familia real tebana, que la familia siempre es un polvorín.
Milo Rau ha elegido a otra familia para encarnar a los protagonistas de esta historia: la familia Peeters-Miller. Filip Peeters y An Miller son dos actores belgas que gozan de cierta notoriedad y prestigio dentro de la profesión, trabajan en teatro y televisión, viajan mucho y no tienen el tiempo que quisieran para estar con sus dos hijas adolescentes, que van a un buen colegio. Por vez primera actúan juntos en una obra, una obra que no pretende velar su realidad, sino que la pone en juego para hablar de otra realidad pasada que termina funcionando como símbolo en el espacio de ficción que es el teatro. También esto es un reflejo de la actual crisis de la verdad. Porque es verdad que esta es una familia prototípica que, sin embargo, como la de los Demeester, podría acabar suicidándose en grupo sin motivo aparente.
Milo Rau
Después de trabajar en Mosul (donde hizo Orestes con actores irakíes) y en el Amazonas brasileño (donde escenificó Antígona con activistas indígenas), y después de rodar una película sobre la pasión de Cristo en el sur de Italia donde trabajó con refugiados, Milo Rau tenía la necesidad ética de trabajar sobre la otra cara de estas realidades tan difíciles, y esa cara oscura no es otra que la forma de vida de este primer mundo privilegiado, que se sustenta sobre aquellas tragedias lejanas, en una relación, si no de causa efecto, al menos de efecto mariposa.
“Tú haces aquí la compra online, que te llega a casa con vehículos contaminantes, con más plástico que comida. Y en otro punto del planeta están sufriendo las consecuencias de este derroche inmoral. He ahí la implicación política de esta obra teatral, una propuesta que, por otro lado, es bastante radical en lo formal”, subraya Milo Rau y añade que quería recuperar el espíritu de un género que arranca a principios de los años 70 del pasado siglo con la obra Wunschkonzert de Franz Xaver Kroetz, un género centrado en personas deprimidas que se terminan suicidando. En Familie vemos a una familia comiendo, duchándose, aprendiendo inglés, viendo películas… Hablan de cosas cotidianas, llaman por teléfono, escuchan música… “En cierto sentido es Esperando a Godot, pero sin las bufonadas existenciales ni los elevados vuelos filosóficos: todo se desarrolla en la banalidad de la clase media de nuestro tiempo. Lo que nos interesaba era retratar este zeitgeist nihilista, melancólico, incluso suicida, de forma casi etnológica, en una jaula de cristal”, añade Rau.