El veraneo se encuentra entre las actividades sociales irrenunciables de las familias de Livorno y los preparativos de última hora resultan vertiginosos, ya que nadie quiere quedarse a pasar los calores estivales en la ciudad. Pero la rivalidad y los celos encienden los ánimos durante los días previos a la partida.
Y el mecanismo de la comedia triunfa de la mano del maestro Goldoni: dos galanes enamorados de la misma mujer, dos damas que rivalizan por estar a la moda, criados que no salen de su asombro, pero enredan al servicio de sus amos, padres que no entienden nada y amigos gorrones completan el cuadro de personajes de esta bella, divertida y elegante comedia.
¿Y qué sentido tienen estas locuras por el veraneo hoy? Bueno, muchos sentidos, la verdad. Esta comedia nos habla de gentes que viven por encima de sus posibilidades sin preocuparse más que de atender a unos caprichos —que podríamos calificar como consumistas—, que aparentan lo que no son y presumen de lo que realmente no tienen. Nos cuenta, desde la distancia temporal, algo que todavía nos ocurre y que nos impide ser, por ejemplo, solidarios o consecuentes con nuestros semejantes y nuestro medio ambiente. Y lo hace mediante unos personajes —unos caracteres sería más correcto decir— que podríamos encontrar hoy por nuestras calles y nuestras casas, pero que habitan un engranaje de comedia perfecto; divertidísimo y humano.