Un lleno abosoluto registró el Municipal, con una gran cantidad de niños entusiasmados y entregados a la magia de la ratita y de sus amigos. Teixidó también fue la encargada de dar vida al títere de la ratita, mientras que Pere Pàmpols fue el encargado de dar vida al ratón, al perro, al gallo, al cerdo, al gato, al conejo oculista, al tendero, etc., además de firmar la dirección del espectáculo.
El argumento, como de todos es sabido, comienza con la vida aburrida y monótona que tiene la ratita. A partir de aquí visita al oculista, el cual le pone unas gafas rosas muy bonitas. Un día estaba barriendo la puerta de Villa ratita y encuentra una moneda de oro. Con ella se apresura a comprarse un lazito, también de color rosa, para estar más guapa. A partir de este momento un séquito de pretendientes intentarán casarse con ella con la famosa frase: «Ratita, ratita, tú que eres tan bonita, y yo que soy tan buen partido, ¿quiéres casarte conmigo?». Pero es el gato el que al final lo consigue, no sin antes intentar comérsela. Pero el ratón, siempre enamorado de la ratita intentará salvarla. ¿Lo conseguirá?
Una reducida escenografía, muy cuidada, con numerosos elementos, hicieron disfrutar a pequeños y adultos, a familias completas, que al final de la función premiaron a la compañía con una fuerte ovación, pudiendo, finalmente, poderse fotografiar con los protagonistas de la obra.
Una tempestad
El viernes era el turno de la Compañía Teatral Antrópolis, de Ecuador, quien ponía en escena la obra Una tempestad, a partir de la obra de Shakespeare, con adaptación y dirección de Santiago Campos. Sin embargo, no corría la misma suerte que sus compañeros de días anteriores, registrándose tan solo media entrada en el Teatro Municipal.
El reparto estuvo compuesto por Indira Reinoso, Santiago Campos y Diego Luna. Ellos fueron los encargados de intentar atraer la atención del público más infantil. Sudaron lo indecible y les costó bastante. Pero el público pareció no entrar en ningún momento en la escena. Quizá cuando Calibán parece haber muerto, resuelto posteriormente con su repentina mejoría, puso al público infantil más en tensión. Pero en general las escenas fueron muy lineales.
Completaba la escena un amplio surtido de cajas, aparentemente de cartón, con ventanas, pintadas de distintos colores, e iluminadas, también, con distintos colores. Un paraguas simulaba la luna. Una gran tela fabricada con distintos recortes simulaba las velas de un barco enfrentándose a la tempestad.
Una guerra, un juego, en esa dualidad Calibán construye un mundo mágico para Ariel y para sí mismo. Calibán sabe que no están a salvo, que su mágico mundo no se sostendrá para siempre y deberán marcharse. Entonces, mientras Ariel duerme, entre el sueño y la realidad, él construye una salida, una oportunidad para ambos. Pero sus planes deberán cambiarse cuando alguien más llega, pues no son los únicos que necesitan esa oportunidad. Próspero, tan ajeno y extraño, también quiere jugar y soñar, también quiere escapar de esa tempestad.