Dice Pedro Torres en Las enseñanzas de Don Juan, blog que acaba de convertirse en libro, que el amor es un sentimiento de lo más vulgar, porque casi todo el mundo lo ha experimentado alguna vez. No admite muchas pegas esa afirmación. Y, sin embargo, el tema ha traído de cabeza a los creadores de todos los tiempos. Es una luz a la que se acercan mariposas, polillas, mosquitos y demás seres, dando vueltas a lo mismo. Entre los nuestros, y los nuestros son los que hablan lo nuestro, Lope es el más vistoso, el más insistente, el más dotado. Teatro, novela o poesía lopesca son, casi siempre, biografía amorosa. Lope se empeñó en vivir literariamente. Luego, no tenía más que copiar lo que había vivido para triunfar a lo grande. Lope era un fabuloso copista de sí mismo, un tipo vulgar, porque compartía la manera de sentir del vulgo, al que no hablaba en necio por mucho que él lo defendiera.
El confinamiento primaveral nos ha traído una propuesta algo extraña para protagonizar el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro. En vez de Compañía Nacional de Teatro, tenemos de titular a la Joven Compañía. Y en vez de una obra… no sé, algo así como un billete para asistir a las conversaciones sobre el amor, sobre cómo sienten el amor, un grupo de jóvenes, un grupo cultureta claro, que lo conforman actores y futuras estrellas de la cosa del escenario. Hablan del amor de la mano de Lope de Vega, lo cantan (muy bueno el rap y el heavy), le llevan la contraria, lo bailan, reivindican el amor libre, porque se decide, no del otro, el poliamor, la homosexualidad o no. Y hay su poquito de reivindicación feminista. Y lo intercalan con sus conversaciones de Zoom cuarenténicas. Para un examen, pasan de aprobado, nos vamos como poco al notable, porque son polivalentes, el espectáculo tiene cierto ritmo, son agradables, graciosos incluso.
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