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El asesinato de José Couso, en el teatro, diecinueve años después

El 8 de abril de 2003 la invasión de Irak por Estados Unidos estaba casi consumada. Las tropas americanas ocupaban las posiciones que había dejado el ejército de Saddam Hussein, que huía en desbandada. Esa mañana se atacaron, en una operación coordinada por el ejército de los Estados Unidos, tres señales de televisión que emitían en directo: la sede de Al-jazera, Abu Dabhi TV y la señal de Reuters en el Hotel Palestine. 

Alrededor del mediodía, cuando se registraba un intercambio de artillería en el puente de Al Jumhuriya, sobre el río Tigris, uno de los tanques M1A1 Abrams de la división Alpha levantó su torreta y disparó contra el ala norte del hotel. Allí, desde los balcones, los periodistas seguían el conflicto. La carga impactó de lleno en los pisos 14, 15 y 16. En el 14 estaba filmando Couso. Como resultado de ese ataque, murió Tareq Ayoub (productor de Al-Jazeera), decenas de heridos en Abu Dabhi TV y la muerte en el acto de Taras Prostyuck, de Reuters, y heridas de muerte a José Couso.

Después, dolor y un laberinto judicial: varios archivos de la causa en la que se procesó a tres militares estadounidenses acusados de un delito contra la comunidad internacional. Reaperturas, la posición de la Fiscalía siempre en contra de la investigación. La pasividad de los gobiernos, el rechazo de Estados Unidos a colaborar, las filtraciones de Wikileaks. Y detrás, la familia, los amigos y los compañeros de Couso batallando.

Esta obra persigue “preservar a José Couso en la memoria y, con él, a todos los periodistas y civiles ejecutados impunemente en la guerra”, expresa la compañía. “Hay algo en esta muerte que nos conduce a un lugar inesperado. La tragedia une de forma rotunda: la honestidad de un reportero en guerra con el despotismo de los que la crearon; el duelo de una familia española con el desgarro de la población iraquí; la mira de un tanque Abrams con el objetivo de una cámara Betacam”.

Una iniciativa independiente, que permita un pensamiento crítico y la libre expresión, será el vehículo adecuado para contar (para no olvidar) esta historia. Las personas que lo han impulsado creen, además, que no basta con “decirla”. Su propósito es, a través de la experimentación, encontrar los lenguajes que permitan llegar al corazón de un relato así: con una palabra que esté tan cerca de la lírica como del drama, y con una propuesta escénica que beba igualmente del teatro y de la música en directo de Beatriz Vaca (Narcoléptica).

 

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