Noche oscura, con dramaturgia de Sergio Martínez Vila, es el resultado de un proceso de investigación enmarcado en el Laboratorio Rivas Cherif que parte de los versos de San Juan de la Cruz y bebe de diferentes mitologías y religiones
El estreno de la pasada tarde convirtió, desde el martes y hasta el domingo 20 de septiembre, la Sala Francisco Nieva del Valle-Inclán en una especie de templo íntimo que albergará un espectáculo que tiene mucho más de ritual y de experiencia que de teatro al uso. Fruto de un proceso de investigación enmarcado dentro del Laboratorio Rivas Cherif del CDN, Noche oscura conjuga diferentes lenguajes – simbólico, textual, sonoro, gestual, ritual, físico y audiovisual- “con la intención de encontrar una forma escénica con la que aproximarse a lo que no tiene forma”, según su director Salva Bolta.
La propuesta “indaga a partir de la obra de San Juan de la Cruz para profundizar en el compartido anhelo de la literatura mística universal: la búsqueda de ese gran Yo, de ese Otro que en realidad somos nosotros mismos”, en palabras de Bolta. “No es un montaje que refleje solamente la mística cristiana”, puntualiza Martínez Vila, “sino que está muy contaminado de otras culturas y de otras visiones filosóficas”.
El espectáculo tiene mucho de ceremonia, según los actores que integran el reparto – Sergio Jaraiz, Darío Sigco y Carlos Troya-. “Como rito escénico, la acción es tan importante como la palabra. Se intenta, a través de la acción, llegar al gozo espiritual”, según Jaraiz. Este viaje ritual invita al espectador, apunta Bolta, “a conectarse con una realidad interior, comprometida a través de la escucha atenta del mundo”.