Una edición de número tan redondo merecía ser extraordinaria, y lo va a ser, aunque no en el sentido proyectado antes de que los focos de los teatros se apagaran y se encendieran los de los hospitales. Ahora lo extraordinario estriba en el hecho mismo de poder celebrarla, como testimonio de compromiso y resistencia: «se lo debíamos al teatro, tan necesario como frágil, y a sus gentes, que cuentan entre las más perjudicadas por este mal sueño que nos ha jugado la vida».
La situación previsible en el momento de tomar la decisión aconsejó retrasar su celebración (lo más posible, teniendo en cuenta también la climatología nocturna castellana) y reducir su tamaño (lo menos posible, pero con realismo, dado lo que entonces se sabía), aunque sin menoscabo alguna de su calidad.
Y ese irrenunciable nivel artístico está asegurado en los seis espectáculos programados para los días 24, 25, 26 y 31 de julio, y 1 y 2 de agosto, a cargo de algunas de las compañías que en más ocasiones y con mejor acogida han participado en Olmedo: Nao d’amores, Ron Lalá, Teatro Clásico de Sevilla, El Brujo, Mic Producciones y Teatro Tribueñe. La selección ofrece la variedad de autores, géneros, territorios y épocas que Olmedo Clásico siempre ha buscado: el siglo XVI español estará representado por las tragedias de Nise de Jerónimo Bermúdez; de la centuria más teatral de nuestra historia no podía faltar en Olmedo Lope de Vega, en esta ocasión con su desinhibida comedia de enredo La viuda valenciana; también Calderón estará presente en algunas de las piezas cómicas de Andanzas y entremeses de Juan Rana, con las que igualmente comparecerán Moreto y Cáncer. Cervantes, y su genial criatura, acudirán fieles a la cita un año más con El vuelo de Clavileño; y, por supuesto, tampoco estará ausente quien no lo ha estado nunca, Shakespeare, esta vez con Romeo y Julieta, una de sus tragedias universales; algunos de los autores nombrados y otros, como Santa Teresa de Jesús o San Juan de la Cruz, nos hablarán a través de la voz y el gesto de El Brujo.
La inauguración tendrá lugar el viernes 24 de julio con la Compañía Teatro Tribueñe, que pondrá en escena El vuelo de Clavileño, basado en el conocido episodio de la segunda parte del Quijote. El sábado 25, Rafael Álvarez, El Brujo, ofrecerá Dos tablas y una pasión, a partir de textos de Lope de Vega, Cervantes, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y William Shakespeare. El domingo 26, le toca el turno a Nao d’amores con Nise, la tragedia de Inés de Castro, espectáculo basado en las dos tragedias de Jerónimo Bermúdez, Nise lastimosa y Nise laureada. El viernes 31, abriendo el segundo fin de semana, la compañía Teatro Clásico de Sevilla representará Romeo y Julieta, sobre el texto de William Shakespeare. El sábado 1 de agosto, Ron Lalá, en coproducción con la Compañía Nacional de Teatro Clásico, hará revivir en el escenario las Andanzas y entremeses de Juan Rana, urdidas a partir de varios entremeses protagonizados por el más famoso actor del Siglo de Oro, Cosme Pérez, nacido en Tudela de Duero, a escasas ocho leguas de Olmedo. Y el domingo 2 de agosto, será el gran Lope de Vega quien cierre el Festival con La viuda valenciana, en la versión de la compañía Mic Producciones.
La necesidad de garantizar las mejores condiciones sanitarias ha afectado a algunas de las actividades que han sido parte imprescindible de Olmedo Clásico desde su fundación, como las Jornadas sobre teatro clásico o el Curso de interpretación, o, desde tiempos más recientes, el Curso de profesores. Su desarrollo en espacios cerrados no es conveniente en estos momentos. Pero para que la llama de algo que se considera consustancial al proyecto de disfrutar y de aprender de los clásicos esté presente se han programado dos encuentros con el público al final de los espectáculos de los domingos 26 de julio y 2 de agosto; y otros virtuales con directores, actores y expertos en las obras que se van a exhibir.
Los deseos ardientes de que esta edición de Olmedo Clásico sea el inicio de una recuperación necesaria, que contribuya, en su modesta medida, a la del teatro en general y a la de todas las cosas que nos hacen mejores, han querido reflejarlos en la imagen que atrae nuestra mirada desde el cartel. Porque, efectivamente, la cigüeña es símbolo de buen augurio desde tiempos inmemoriales en cualquier lugar del gran teatro del mundo; pero si además ese lugar es la Corrala de Olmedo, en la que lleva los tres lustros de existencia del Festival asistiendo a todas las funciones desde su atalaya privilegiada, su simbología suma el valor de la asiduidad y el respeto a los clásicos y al teatro.