Según expresa el creador, “una persona habla, sola, ante el espacio. En este acto despliega la pregunta o la conciencia de con quién, para qué y el desde dónde. Inicia una serie de movimientos o de quietudes que contribuyen más a esta pregunta que solo se puede contestar, si es que se puede, haciendo el acto. Alguien que busca su existencia actuando, diciendo, moviendo”. Desde el minuto uno, la obra ha tenido público, posiblemente porque sea otro de los elementos que le otorgan sentido. “Un hombre que afirma su ser a través de la experiencia espacial, topándose con el tiempo, la gravedad, el sonido de las palabras, el sentido o sinsentido de las mismas, los recuerdos o el movimiento. Un hombre en el mundo que lucha por existir en ese instante que dura la pieza. Una existencia plena en ese instante de vida”.
Leyenda del espacio nació “con la intención de ser un solo, que es como se le llama a los unipersonales en danza. Y solo, como la persona que está en escena, estoy yo, sin director, sin ayudante, completamente solo. Ahora sí aparecieron colaboradores (benditos sean), pero en los comienzos, durante largo tiempo, no fue así y de esa manera tenía que ser, pues es parte de la idiosincrasia de la pieza”. La soledad traspasa la función, José Juan también está “sin pareja en este momento de mi vida, viviendo en un apartamento yo solo, dedicado a la cosa actoral y teatral desde hace tanto tiempo que de eso se trata mi vida. Hay más cosas, claro, pero esa es mi mayor dedicación. Y ahora el actor que se escribió un texto a partir de obras de Beckett para estar en escena. Solo, como muchos personajes de Beckett, o como el actor que estudia los textos cuando tiene que memorizar para algún espectáculo, buscando un interlocutor que suele ser un punto en la pared. O como cualquier otra persona que se encuentra sola con sus palabras, su cuerpo, sus diálogos interiores y, a veces, exteriores”.
El título de Leyenda del espacio apareció “una vez en la faena, pues de eso me di cuenta que se trataba, no tanto de una historia o una adaptación, ni de una performance o de una auto ficción, sino de una creación escénica que aspira a ser una leyenda del espacio”.
Sobre José Juan Rodríguez
Es un actor con más de veinte años de trayectoria teatral, y sí diferencia con claridad el trabajo escénico del audiovisual. No tienen nada que ver, sostiene. Inicia su andadura profesional en el año 1999 con la compañía granadina Teatro del Sur. Desde entonces ha trabajado para directores como José Carlos Plaza, Francisco Ortuño, Antonio Llopis, Andrés Lima, Helena Pimenta, Eduardo Vasco, Pablo Messiez, Íñigo Rodríguez-Claro, José Padilla, Josep M. Mestres, Xavier Albertí, Antonio Ruz o David Boceta, entre otros. Vinculado a la CNTC desde que formó parte de la primera promoción de “la Joven del clásico” en 2007. En los últimos años se le ha podido ver colaborando con la compañía Grumelot y con el director y autor Pablo Messíez en montajes como Tiestes, Los brillantes empeños, Ningún aire de ningún sitio, Todo el tiempo del mundo y Las canciones. Su trabajo más reciente es La voluntad de creer de Pablo Messiez, con quien ha trabajado como actor en los últimos años. Fue director de la compañía Impromtus Investigación Teatral, compañía efímera e independiente que participó en distintos festivales alternativos madrileños y nacionales, con el objetivo de trabajar la escena con libertad y sin prejuicios teatrales y dancísticos. Impromptus Op. 90, Opus 91 y Caballitos de anís fueron sus creaciones.