Esta producción del Barco Pirata nos presenta a Anne (Aitana Sánchez-Gijón), una mujer en medio de una encrucijada emocional tras la partida de su hijo Nicolás (Álex Villazán) con su novia (Júlia Roch). Después de haber dedicado toda su vida al cuidado de su familia, Anne se enfrenta al síndrome del nido vacío y comienza a cuestionar el significado de su existencia. ¿Ha vivido verdaderamente para ella misma o ha sido solo para los demás? ¿Han valido la pena sus sacrificios? Con el peso de sus decisiones atormentándola, Anne se embarca en un viaje de autoexploración donde descubrirá la verdad sobre su matrimonio con Pedro (Juan Carlos Vellido) y se enfrentará a la difícil tarea de encontrar un propósito en lo que queda de su vida.
Escrito por Florian Zeller, el libreto ofrece una exploración audaz y conmovedora de la complejidad de las relaciones familiares y la lucha interna de sus personajes. Zeller, conocido por su habilidad para capturar la esencia de la condición humana en sus obras, presenta una narrativa no lineal que desafía las convenciones del teatro tradicional. A través de diálogos perspicaces y situaciones emocionalmente cargadas, el autor nos sumerge en el mundo interior de Anne, la protagonista, y nos invita a cuestionar nuestras propias percepciones sobre el amor, la pérdida y la identidad. La trama, hábilmente tejida con giros inesperados y revelaciones impactantes, mantiene al espectador en vilo desde el primer momento hasta el emocionante desenlace. Además, el uso magistral de la comedia negra agrega una capa adicional de profundidad y complejidad a la historia, proporcionando momentos de alivio cómico que ayudan a rebajar la intensidad emocional del drama. Otra esencia del libreto del escritor y director francés radica en que el conflicto central es desvelado desde el inicio sin perder su fuerza dramática; más bien, se profundiza a medida que avanzamos en la trama, incidiendo en la psicología de los personajes y sus interacciones. La realidad poliédrica de estos es un elemento destacado y se entrelaza magistralmente con el conflicto principal, generando un sentido de intriga y emoción mantenido a lo largo de la obra.
En el marco de la trilogía familiar (El padre, La madre y El hijo) creada por uno de los autores más destacados de la escena teatral actual, nos adentramos en un mundo teatral que explora las complejidades de las relaciones familiares y los roles de género en la sociedad contemporánea. A través del personaje de Anne, el autor nos muestra cómo la mujer ha sido tradicionalmente relegada al ámbito doméstico, sin tener la oportunidad de desarrollar una identidad propia más allá de su papel como madre y esposa. Esta ausencia de un espacio interior para cultivar pasiones y ambiciones individuales conduce a una profunda desesperación y crisis vital en la protagonista, que alcanza un nivel casi existencial. Además, Zeller introduce el fantasma de la soledad, mostrando cómo esta falta de desarrollo personal y conexión emocional puede llevar a una sensación abrumadora de aislamiento y desamparo, a una espiral de desesperación y angustia que la conduce al borde del abismo emocional y desemboca en problemas mentales. En definitiva, a través de la lente de la comedia negra desde los ojos de la protagonista, el autor nos invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor maternal, el sacrificio y la identidad femenina en un mundo en constante cambio con su profundidad psicológica y su aguda observación de la condición humana.
La dirección recae en Juan Carlos Fisher quien, desde mi óptica, en lugar de enfocarse en crear una atmósfera propia, ha optado por trabajar desde el realismo más absoluto. Dicho de otro modo, ha rebajado la esencia abstracta del libreto, quizá de apariencia extraña para parte del público, y aterrizado a los personajes en una autenticidad palpable, que facilite al espectador una conexión más inmediata con la realidad de sus roles y conflictos. Por otra parte, este director multifacético ha sabido manejar magistralmente las pausas y las «conversaciones con el silencio», en palabras de Stanislavski, añadiendo una profundidad y una intensidad emocional que resalta la humanidad de los personajes y hace que la obra resuene aún más en el público.
Otro de los muchos alicientes para asistir a La madre es, precisamente, desvirtualizar la palabra y ponerle cara a través de la sublime actuación de Aitana Sánchez-Gijón. Con una profundidad emocional asombrosa, esta actriz y maestra de la interpretación logra encarnar a Anne de una manera que resulta conmovedora y completamente creíble, pese a moverse en un terreno entre la realidad y su ficción. La capacidad para transmitir la complejidad de los conflictos internos es impresionante. Desde la lucha contra el síndrome del nido vacío, la relación posesiva con su hijo, hasta la confrontación con las verdades dolorosas sobre su matrimonio, Sánchez-Gijón presenta una gama completa de emociones que mantienen al espectador completamente cautivado. Además, su dominio del lenguaje corporal y de las expresiones faciales añade un matiz adicional de profundidad a su interpretación, permitiendo que cada momento en el escenario sea vívido y emotivo, especialmente en la relación con su hijo en la ficción. Estamos probablemente ante una de las mejores actuaciones de esta temporada teatral.
Juan Carlos Vellido destaca en el papel del marido ausente y paternalista de Anne, con gran habilidad para transmitir las contradicciones y emociones reprimidas del personaje. Su interpretación logra crear un papel que despierta una mezcla de compasión y frustración en el espectador al mostrar la tensión palpable entre ambos progenitores, reflejando la dinámica de una relación marcada por la insatisfacción y la resignación. Este actor, con más de una treintena de papeles en series televisivas y películas, transmite de forma certera la ambigüedad moral de su personaje, así como sus intentos por reconciliar sus deseos personales con sus responsabilidades familiares.
Otra pieza esencial en este rompecabezas familiar es la del hijo, interpretado de forma sensacional por Álex Villazán. Este joven actor vuelve a demostrarnos su facilidad para introducirse en la complejidad emocional de su personaje. Su actuación es un equilibrio perfecto entre la contención y la explosión en función de la escena y, como nos tiene acostumbrados, la acompaña con una trabajada expresión facial y corporal. Por último, Júlia Roch agrega un toque disruptivo y desafiante, brillando especialmente en las escenas finales. La actuación conjunta es la espita que termina de derrumbar el universo creado por la protagonista.
La puesta en escena es un elemento interpretativo más, donde cada detalle contribuye al simbolismo y la atmósfera de la obra. La construcción escenográfica, a cargo de Alessio Meloni, es notable por su simplicidad y eficacia. Una gran pantalla, con una pequeña grieta en su superficie, se convierte en el foco central del escenario, invitando al espectador a sacar sus propias conclusiones sobre su significado. Además, esta pantalla alberga una sorpresa en su interior que no desvelaré. La combinación de elementos visuales y simbólicos en la escenografía (desde la maleta hasta los detalles del vestuario) abre nuevas posibilidades interpretativas y crea un ambiente único y sugestivo que complementa a la perfección la narrativa de la obra. El hilo musical de Joan Miquel Perez y el diseño de iluminación de Pedro Yagüe son igualmente esenciales. De forma conjunta, mantienen a los espectadores alerta, marcan el ritmo de la representación y crean atmósferas emotivas y sugestivas que complementan la narrativa y profundizan en la comprensión de los estados emocionales y mentales de los personajes. Estas contribuciones, además de añadir una dimensión sensorial a la experiencia teatral, también funcionan como un pensamiento no verbalizado de la protagonista.
Con un libreto profundo y una dirección carnal, La madre nos invita a cuestionar los límites del amor y la familia, en un torbellino de emociones y simbolismo, sumergiéndonos en un viaje introspectivo sobre la identidad, la soledad y la lucha por encontrar el propio camino en un mundo de expectativas y roles predefinidos
Dramaturgia: Florian Zeller
Dirección: Juan Carlos Fisher
Reparto: Aitana Sánchez-Gijón, Juan Carlos Vellido, Álex Villazán y Júlia Roch
Composición musical: Joan Miquel Perez
Diseño de escenografía: Alessio Meloni (AAPEE)
Diseño de iluminación: Pedro Yagüe
Diseño de vestuario: Elda Noriega (AAPEE)
Ayte. de dirección: Rómulo Assereto
Adjunto dirección de producción: Fabián T. Ojeda Villafuerte
Jefa de producción y regiduría: Blanca Serrano
Administración: Henar Hernández
Dirección técnica: Manuel Fuster
Dirección de producción y producción ejecutiva: Nuria – Cruz Moreno
Jefa de prensa: María Díaz
Fotografía: Sergio Parra
Diseño gráfico: Eva Ramón
Distribución: Fran Ávila Distribución y producción teatral
Producción: Barco Pirata producciones y Producciones Rokamboleskas