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La Teatrería de Abrego presentó el pasado viernes ‘Locas’ de Contigo Tres Teatro

Contigo Tres Teatro, antes Sala de Tres, lleva un lustro de arte que empezó a entrar por la amplia puerta de un pequeño espacio común, en la calle Tantín.

Desde entonces, cinco han sido las propuestas escénicas de nueva creación y producción propia en estos cinco años: ‘La Introspección de la Petunia’, ‘Mata a tu alumna’, ‘Petra desarmada’, ‘Desenfocados’ y, su última ‘Locas’.

 

La locura como un don

‘Locas’ es el título de la quinta obra de producción propia de la Compañía Contigo Tres Teatro. Es un texto de José Pascual Abellán, dirigido por Linker Suárez y Pablo Escobedo como ayudante de dirección y con Belén Cañas y Mariu Ruiz como intérpretes. Fría Aguilar es la diseñadora de la cartelería y Aúreo Gómez autor de foto fija.

¿Por qué Locas? Porque, como explican, la locura es “un don impreciso, pero un don al fin y al cabo”. “A lo largo de los siglos, pensadores de la mente estudiaron el origen y el tratamiento de esta enfermedad esquiva e históricamente contradictoria”.

Pero son dos mujeres, locas o no, y que se encuentran en la consulta de un psiquiatra, o no, las que se encargaron de tirar por tierra todas las teorías habidas o por haber, descubriendo cuál es el verdadero origen de la locura.

Locas, o de cómo el ser humano tiene la imperiosa necesidad de inventarse personajes para sobrevivir en la realidad.

‘Locas’, del dramaturgo José Pascual Abellán, es una obra que habla de las dificultades a las que se somete a nuestras mentes en esta sociedad que habitamos, o que nos habita; de lo difícil que resulta vivir dentro de la esfera de la cordura, del utilitarismo, de lo estresante que es para algunos de nosotros y nosotras lidiar con las pequeñas y grandes cosas de nuestra existencia, independientemente de la clase social a la que pertenezcamos. La locura nos hace iguales.

También habla del peso de los hechos, de la huella imborrable del pasado y de la erosión de las circunstancias traumáticas en la identidad de las sufre. La identidad como fuente de felicidad, cuando de ella mana un agua limpia y salubre, y de la infelicidad cuando esa agua es oscura y densa.

Dos mujeres aguardan su turno en la sala de espera de un psiquiatra. Gregoria y Martirio, mientras tanto, hablan de sus cosas, analizan distintas circunstancias de sus vidas, y comparten, a veces a regañadientes, ideas y comportamientos.

Las dos comparten esa herida que ha ocasionado la acción de la experiencia, y cada una muestra la herramienta que utiliza para arreglar esa fuga que hay en su cerebro y en su alma. Se disecciona la locura, se abre y se cierra el telón tras el cual la farsa que es nuestra vida, se desarrolla incansable e irremediablemente.
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