La obra recorre los principales hitos de la vida de quien fue jefa de gabinete de Adolfo Suárez y eurodiputada, una mujer libre feminista y arriesgada
Justo Tallón y Miguel Pérez García han escrito la dramaturgia de un montaje dirigido por Fernando Soto
El reparto lo completan Oriol Tarrasón, Ana Fernández y Víctor Massan
La obra indaga en la biografía de Carmen Díez de Rivera, a quien el escritor Francisco Umbral bautizó como “musa de la Transición”, y que ahora sube a la escena del Teatro Español encarnada por Mónica López.
Durante el gobierno de Adolfo Suárez ocupó un puesto que ninguna mujer había desempeñado hasta entonces, jefa de gabinete de la Presidencia del Gobierno. Fue elegida eurodiputada a finales de los 80 y murió en 1999 a los 57 años.
Libre, feminista, independiente y arriesgada, Carmen Díez de Rivera fue una mujer valiente, de orígenes aristocráticos, que supo construir y dirigir su propia vida, por encima de sus circunstancias personales y sociales, lo que le acarreó soledad e incomprensión.
“Carmen es uno de esos seres humanos que no se han sometido, o al menos lo han intentado, y se han sacrificado por los demás, por conseguir un mundo más justo, entendido como una sociedad más empática. Esa lucha de Carmen es lo que me sedujo poderosamente”, señala Fernando Soto, director de Carmen, nada de nadie. A Mónica López le acompañan en escena Oriol Tarrasón, Ana Fernández y Víctor Massan.
Carmen, nada de nadie surgió de la fascinación que Justo Tallón y Miguel Pérez experimentaron por Carmen Díez de Rivera. Tallón llevaba años obsesionado con la idea de escribir sobre ella y arrastró a su compañero de pluma hacia esta obsesión.
A partir de esa atracción, ambos indagaron sobre la época y las circunstancias que rodearon a esta extraordinaria mujer nacida en Madrid en 1942, construyendo un artefacto teatral en el que la ficción sirve para contar la verdad.
Según explican, “todo en este texto es mentira y a la vez absolutamente verdadero”, una técnica de construcción dramática que ya habían empleado ambos autores en otros textos teatrales escritos anteriormente a cuatro manos.
En el escenario, el personaje protagonizado por Mónica López va desgranando los momentos álgidos de una intensa y desafiante carrera política, fundamentalmente el periodo que trabajó en el Gobierno de Suárez, mientras recuerda los episodios íntimos que marcaron su desdicha y su carácter. Entre ellos figura el de su condición de hija: su padre fue Ramón Serrano Suñer, cuñado y ministro de Franco en los primeros gobiernos del dictador. Serrano tuvo una relación extramatrimonial con la madre de Díez de Rivera, Sonsoles de Icaza y de León, de la que nació Díez de Rivera. Cuando ella se disponía a casarse con su novio le comunicaron que este era hijo de Serrano Suñer y, por tanto, su hermano.
Por la memoria del personaje de Díez de Rivera y ante el espectador pasarán especialmente tres de los personajes más importantes de la historia española del siglo XX, el propio Suárez, el rey Juan Carlos y el dirigente del Partido Comunista Santiago Carrillo. La vinculación de Díez de Rivera con ellos durante el periodo de la Transición que desembocó en la legalización del PCE en 1977 constituye el centro de Carmen, nada de nadie.
A esta posición de relevancia política había llegado Díez de Rivera tras formarse en la universidad en Filosofía y Letras y Ciencias Políticas, especializándose en Relaciones Internacionales. Después de estudiar en Oxford y en la universidad parisina de La Sorbona, trabajó en Radio Televisión Española con Adolfo Suárez, durante el tiempo que este dirigió el ente público.
Una vez que abandonó la jefatura de gabinete del presidente del Gobierno, fue elegida eurodiputada a finales de los 80, primero representando al Centro Democrático y Social, el partido fundado por Suárez, y a continuación, tras marcharse de este partido, en el PSOE. Murió de cáncer en 1999 a los 57 años.
La obra, cuyo título está tomado de la letra de la canción Nada de nada de Cecilia, permite “hablar de nuestra historia reciente sin los complejos que a menudo parece que nos limitan. Quizá siguen existiendo heridas por cerrar. O puede que nos falte la voluntad por reconocer. En todo caso, la Transición es una etapa fundamental de nuestra historia y eso era un aliciente para mí. Hay incógnitas y certezas sobre ese periodo, pero sobre todo hubo en aquellos años personas que creyeron en la construcción de una sociedad decente, más justa”, explica el director del montaje.
La puesta en escena del espectáculo recrea el contexto histórico de la vida del personaje, con momentos recogidos en imágenes, audios, canciones y sintonías que confieren a la escena un carácter en cierto modo cinematográfico. Pero, sobre todo, plasma un carácter femenino luchador, a menudo solitario, contra todo y contra todos. Poseedora de una voluntad firme, una mirada inteligente, Díez de Rivera tuvo el propósito de guiar a España hacia la democracia. Su fuerza y arrojo en este cometido público contrastan con su tristeza y una incapacidad para encontrar la paz interior, rota desde su adolescencia por aquel secreto familiar que conoció. Estos rasgos emparentan su vida con la de grandes tragedias como Antígona o Ariadna.
El director, Fernando Soto, ha contado con Juanjo Llorens para el diseño de iluminación, Beatriz Sanjuan como diseñadora del espacio escénico y el diseño de vestuario corre a cargo de Paola de Diego.