El espectáculo podrá verse en la sala catalana hasta el 7 de agosto de 2022
Tanto Daniel Anglès como Cesc Casadesús dieron la bienvenida y agradecieron la asistencia de todos los presentes así como la oportunidad que supone un espectáculo como este.
Lluís Homar, actual director de la Compañía Nacional de Teatro Clásico, explicó que se trata de una propuesta escénica particular y única. Según él: «RHUM&CIA. tiene un ingrediente diferenciador. Son clowns pero también actores, y esta singularidad ayuda a explicar la mirada abierta y diversa de la compañía».
Todos los integrantes explicaron cómo se emocionaron sólo con la idea del proyecto. «Salté de alegría -dijo la directora, Ester Nadal-. Cuando me propusieron dirigir un espectáculo de esta compañía me hizo muchísima ilusión. Pero, además, con un texto de Mayorga… ¿cómo podía decir que no?”
Y es que Juan Mayorga, que se confiesa fan absoluto de la compañía desde sus inicios, adapta un texto clásico del siglo XVII como base de un espectáculo que, según Jordi Martínez, actor de la compañía, supuso enfrentarse a un reto de formato. «Con este espectáculo hemos dado un paso adelante. Tenemos un universo y un mundo que controlamos mucho, sabemos qué queremos hacer y cómo queremos hacerlo, y decidimos complicarnos la vida. ¿Estamos excesivamente locos por coger un texto del siglo XVII?»
La respuesta del público de donde han representado la obra ha sido un rotundo éxito, si en efecto era una locura, se trataba de una locura muy necesaria y que encantaba. “Haciendo bolos – añade Jordi Martínez- hemos descubierto que este espectáculo tiene algo especial. La reacción del público ha superado nuestras expectativas. Esta obra tiene la capacidad para hacer entender los dos mundos, llegamos al estómago de la gente, posee una innegable función cultural, educativa y, al mismo tiempo, permite pasarlo muy bien”.
Una obra de actualidad
Uno de los aspectos más notables e interesantes del espectáculo es el constante juego con la meta-teatralidad, un elemento muy cercano al universo del clown que facilita la lectura actual del texto, un texto rompedor y que, ya en su día , cuestionaba los protocolos sociales y las falsedades públicas. Tal y como argumenta Joan Arqué, actor de la compañía e impulsor del espectáculo: “La meta-teatralidad es entrar y salir, el texto clásico trasciende el paso del tiempo, se hace extenso a todas las ciudades, evoca las mascaras y la política social, amplia y diversa, que ya se estaba discutiendo en ese momento. En los textos universales, en el siglo XVII, ya se debatían temas que todavía no hemos arreglado y nos hablan de un compromiso de vigencia que va más allá de lo teatral.”
Esta obra juega con la dicotomía. Opera con la resistencia al clásico. Comparte la Ester Nadal que, en la obra, existe una progresión estética que parte de la sobriedad más austera y que se tinta, progresivamente, de la atmósfera coloreada del universo del clown, efectuando un viaje, no sólo plástico, sino semiótico y discursivo. «Es un recorrido desde una identidad querida hacia una identidad propia y portada.»
Una realidad alocada donde los objetos más inverosímiles, como una escala, pueden convertirse en instrumentos musicales mientras se levantan los tejados de la ciudad.
Sobre el espectáculo
A los payasos de RHUM les encargan un clásico y se lo toman como una gran ocasión. No quieren que sus nietos los recuerden así “Mi abuelo empezó payaso y de ahí no pasó”. Quieren que recordarlos: “El mío hoy empezó payaso, pero se esforzó y acabó haciendo clásicos, que son la cultura, la dignidad y el futuro”. Eligen -porque no había otro en la librería- El diablo cojuelo de Luis Vélez de Guevara, subtitulado Novela de la otra vida traducida a ésta. Así es como empieza a enredarse -o, más bien, a reñir- dos tramas: la de la loca obra de Vélez -tratada con mucho respeto y con alguna libertad- y la de una compañía siempre a punto de fracasar -en el estilo payaso- en su esfuerzo por llevarla a escena.