La producción del Teatro San Martín / Complejo Teatral de Buenos Aires, que se exhibe en Canal Hispanidad, fue una de las grandes sensaciones de la escena argentina del pasado año
Pasqual, que llegó a conocer al gran dramaturgo italiano de Nápoles, donde murió en 1984, retoma con La gran ilusión uno de sus grandes proyectos. La estrenó en Barcelona en 2016 y tres años después, en 2019, la montó en Nápoles con actores italianos. Ahora la ha recuperado en una producción del Teatro San Martín / Complejo Teatral de Buenos Aires con actores argentinos.
El montaje une dos piezas de De Filippo, Señor y gentilhombre, que escribió en 1928, y La gran magia, de 1948. En realidad, de la primera toma un fragmento que convierte en prólogo de esta versión, en la que un grupo de actores ensaya una obra teatral en la habitación de un hotel. De ahí, la acción salta a otro hotel de la época de los años 50 del pasado siglo, durante el periodo de vacaciones. Allí, un mago hace desaparecer a una mujer; aunque en realidad, el truco está amañado para que ella se escape con su amante. El marido le reclama al mago que le devuelva a la esposa; pero este le manipulará para que crea que vive otra realidad que le evite enfrentarse a la infidelidad de su mujer.
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Esta versión que ha escrito Pasqual de la compleja y entrañable pieza de Eduardo De Filippo es una comedia amarga que cuestiona los límites entre realidad y ficción al tiempo que muestra hasta qué punto la vida es un juego y las decisiones resultan irrelevantes.
Sobre la puesta en escena de la pieza escrita por el dramaturgo napolitano, Pasqual reflexiona: “En un momento en que se están difuminando los límites de lo que hasta ahora llamábamos verdad y mentira… ¿Tenemos el derecho de juzgar a alguien que se refugie en una ilusión que concede un soplo de esperanza a su propia vida? ¿No quisiéramos todos encontrar un mago que con sus poderes nos concediera nuevos ojos para observar la realidad con una sonrisa liberadora de este convulso y absurdo mundo contemporáneo?”
Así, el director español se ha ceñido a los propósitos expresados por Eduardo de Filippo sobre su obra: “Que la vida es un juego, y este juego tiene que ser alimentado por la ilusión, la cual tiene que sustentarse en la fe. Y he querido también decir que cualquier destino está atado al hilo de otros destinos en un juego eterno: un gran juego del cual no nos es dado entrever más que detalles irrelevantes”.
La vigencia de una obra como está es clara para Pasqual, según señaló en una entrevista con motivo del estreno argentino de La gran ilusión: “Hay un personaje, que a poco de empezar La gran Ilusión dice ‘Hoy todo el mundo vive en un mundo de ilusión’… Ni hay nada más cierto aún. Por si acaso las llamadas redes sociales nos lo recuerdan a cada momento”.
El espectáculo se representará los días 15, 16, 19, 20, 21, 22 y 23 de febrero en la Sala Verde de Teatros del Canal. Cuenta con un elenco integrado por Marcelo Subiotto, Patricia Echegoyen, Pablo Mariuzzi, Alejandra Radano, Nacho Gadano, Elvira Onetto, Yanina Gruden, Paco Gorriz, Pablo Razuk, Santiago Sirur e Ignacio Sureda. También participan los músicos Santiago Sirur (cantante), Shino Ohnaga (acordeón), Germán Martínez (guitarra) y Ernestina Inveninato (violín y mandolina).
Trayectorias
Lluís Pasqual nació en Reus. Es licenciado en filología catalana por la Universidad Autónoma de Barcelona, y licenciado en arte dramático por el Institut del Teatre de la Diputació de Barcelona. Dirigió su primer espectáculo, Roots de Arnold Wesker, en 1968. Es uno de los fundadores del Teatre Lliure de Barcelona en 1976, donde dirigió el primer montaje, Camí de nit. A los 32 años, en 1983, se convirtió en director del Centro Dramático Nacional (Teatro María Guerrero de Madrid) con importantes producciones, entre las que destacan Diálogo del Amargo, El público y La comedia sin título de Federico García Lorca.
En 1990 marchó a París para dirigir, durante seis años, el Odéon-Théâtre de l’Europe. También dirigió el apartado escénico de la Bienal de Venecia entre 1995 y 1996 y, entre 1997 y 1999, por encargo del Ayuntamiento de Barcelona, fue el comisario del Proyecto Ciutat del Teatre. Entre 1998 y 2000 codirigió el Teatre Lliure, que entre 2011 y 2018 dirigió en solitario.
En 2004 formó parte del Teatro Arriaga de Bilbao como asesor artístico, desde donde impulsó el proyecto BAT, un laboratorio de formación, colaboración pedagógica, promoción y creación de espectáculos contemporáneos. También dirigió distintas producciones en el Piccolo Teatro de Milán, el Maly de San Petersburgo, el Teatro San Martín de Buenos Aires –concretamente Los caminos de Federico en 1987 y La tempestad de Shakespeare en 2000, ambos espectáculos con Alfredo Alcón como protagonista– y en el Festival de Aviñón. Asimismo, preparó numerosos espectáculos líricos para el Gran Teatro del Liceo, la Ópera de París, La Scala de Milán y los festivales de Pésaro y Salzburgo.
También se incorporó al proyecto del Teatro Soho CaixaBank en Málaga. En 2016 publicó De la mano de Federico (Arpa Editores). En 2023 inauguró la actual temporada de La Scala con Don Carlo de Verdi, y su última producción es La gran ilusión de Eduardo De Filippo en el Teatro San Martín de Buenos Aires.
Fue galardonado con más de un centenar de premios, entre otros, el Premi Nacional de Teatre de la Generalitat, el Premio Nacional de Teatro del Ministerio de Cultura, el Premi Ciutat de Barcelona, el Chevalier des Arts et des Lettres, Chevalier de l’Ordre National de la Légion d’Honneur y Officier des Arts et des Lettres (otorgados por la República Francesa), la Creu Sant Jordi de la Generalitat de Catalunya, el Premio Atlántida 2018 al fomento de la lectura (otorgado por el Gremio de Editores de Cataluña), y el más reciente, la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes 2018.
Actor, director y comediógrafo, Eduardo De Filippo nació en Nápoles en 1900, hijo natural de Eduardo Scarpetta, el más grande actor napolitano de la época, y de Luisa De Filippo. Con apenas tres años debutó en el escenario y, en 1914, pasó a integrar la compañía de su padre junto a sus hermanos Titina y Peppino, con quienes luego fundó la propia: Teatro Umoristico I De Filippo.
Por entonces, estrenó sus primeras obras como dramaturgo: Farmacia de turno, Hombre y galán, Dile siempre que sí y Navidad con los Cupiello, mientras iniciaba una promisoria carrera cinematográfica con Tres caballeros de frac de Mario Bonnard, Il cappello a tre punte de Mario Camerini y Quei due de Gennaro Righelli. En 1945 escribió Nápoles millonaria –un éxito sensacional– y rompió definitivamente con Peppino debido a discrepancias artísticas.
Creó entonces una nueva compañía, Il teatro di Eduardo, con la que representó ¡Estos fantasmas!, Las voces de dentro y una obra especialmente escrita para su hermana Titina, Filomena Marturano, que le dio un reconocimiento internacional. Los años siguientes alcanzó su consagración definitiva como dramaturgo, estrenando obras cada vez más ambiciosas: El hijo de Polichinela, El arte de la comedia (comparada por su importancia con L’impromptu de Molière), Los exámenes no terminan nunca, y Sábado, domingo y lunes, que se presentó en el Old Vic de Londres con dirección de Franco Zeffirelli y protagonizada por Laurence Olivier.
A comienzos de los ochenta, se le concedió el título de doctor en letras honoris causa por la Universidad de Roma y fue nombrado senador vitalicio por el presidente Sandro Pertini. En 1984, De Filippo falleció en Roma, meses después de confiar a Giorgio Strehler la reposición de una obra suya injustamente olvidada, La gran magia, desde entonces uno de los espectáculos más recordados del repertorio del Piccolo Teatro de Milán.