En esta ocasión, venía de la mano del Teatro Colón Bogotá y La Compañía Estable. Más de 110 minutos de ejercicio actoral tuvo la compañía sobre las tablas de Aurea. El espacio, diáfano. Sólo completaban la escena tres marcos metálicos, una mesa y varios sillones. Pero no hizo falta nada más.
Christian Ballesteros interpretó a Macbeth, Diana Alfonso a Lady Macbeth, Diego León a Duncan, Diego León a Duncan, y así hasta un largo reparto que hizo estar al público de almagro en tensión por la intensidad de las escenas. No obstante, alguno abandonó la grada.
Destacar la iluminación de Bogumil Palewicz, la coreografía de Jimmy Rangel y la composición musical de Camilo Sanabria. En escena, en algunas ocasiones, había más de diez actores al mismo tiempo con el mayor juego posible dentro del espacio. Mención especial merece el vestuario firmado por Pedro Nel López, a caballo entre lo clásico y lo contemporáneo, y en algunas ocasiones con mezcla de ambos.
En palabras del propio director del montaje, Pedro Salazar, muchos han dicho que Macbeth es una obra sobre la ambición. Para el crítico Jan Kott, en cambio, la fuerza relevante en Macbeth es el homicidio, el más irreversible de los crímenes. Tentado por el poder Macbeth asesina al rey. Enseguida deberá matar también a Banquo para silenciar sospechas, tapando muerto con muerto, crimen con crimen, siguiendo una cadena imparable e incorregible de maldad. Macbeth no es la historia de Escocia; es la historia de un hombre que para aferrarse al poder se convierte en un abusador del mismo, coleccionando enemigos y destruyéndolos por todos los medios posibles: sobornándolos, chantajeándolos, confiscando sus tierras, aniquilando a sus familias, generando un régimen de horror desde lo que parecería ser la legitimidad. Pero el terror real de la obra va más allá de las acciones de Macbeth; está en que cualquiera de nosotros podría ser él.
El Carnero
No corrió la misma suerte la lectura de El Carnero, de Juan Rodríguez Freyle, con dramaturgia de Guillermo Molina Morales y Leonardo Espitia. La dirección corrió a cargo de Manuel José Álvarez Gaviria, aunque desconozco cuál sería su labor de dirección.
El Carnero fue leído por los actores del Teatro Colón de Bogotá Christian Ballesteros, Felipe Botero, Andrés Estrada y Diego León Hoyos. Una lectura plana, muy plana, que nada aportaba a la acción. De vez en cuando, algún elemento sonoro y cierta declamación dramática era todo lo que podían ofrecer los actores que horas antes hacían vibrar al público con el texto de Shakespeare. La iluminación, aprovechada del espectáculo anterior, en este caso, Mestiza.
Desafortunado montaje que no cumplió las espectativas del público que fue al Corral de Comedias y que salía con cierta decepción. Aunque no sabemos si sabían a lo que iban.
El Carnero: crónica histórica, breviario de brujería, antología de cuentos picarescos y diatriba misógina escrita por un párroco prevolteriano en una ensimismada ciudad de los Andes sudamericanos llamada Santafé de Bogotá. Juan Rodríguez Freyle muestra cómo en el agua de los lebrillos podía saberse de las andanzas adulterinas de los maridos descarriados y cómo un sacerdote homicida veía teñirse de rojo la hostia en el momento de la elevación. Pero la inexhausta maravilla del libro no reside sólo en los prodigios de una cultura mestiza, con sus ancestros indígenas, español y negro, sino en la fuerza que con un lenguaje anacrónico, pero vivo, recrea un mundo en permanente trance de aventura, de fusión y cambio. Cuatro de los actores de la Compañía Estable de Bogotá, que esos días estarán en Almagro representando Macbeth, realizarán una lectura dramatizada de algunos de los mejores fragmentos de este documento histórico.