Un drama áspero con la violencia sexual como trasfondo de una historia que enfrenta a una mujer ante cuatro hombres y borrar las líneas que separan a víctima y verdugos para crear un espacio de diálogo diferente al habitual
El proyecto nació impulsado por el VII Programa de Desarrollo de Dramaturgias Actuales del INAEM, y fue escrito dentro de ese marco y publicado en el año 2018
En este marco contextual se encuentra Mapa de heridas, en la que Ana (Cristina de Anta) se enfrenta a cuatro hombres diferentes (interpretados por Óscar Oliver). Todos son mayores que ellas: un jubilado de la construcción, un jefe de almacén, un padre de familia que busca sexo con chicas jóvenes y un divorciado que vive con sus padres. Ellos no saben quién es Ana, pero ella sí sabe quiénes son ellos: treinta años atrás violaron a su madre por turnos. Y es posible que ella, en verdad, sea hijo de alguno de ellos.
Un drama áspero en el que la violencia sexual sirve de trasfondo a una historia que es, al mismo tiempo, una deconstrucción y una construcción nueva, incipiente, torpe, un andar a ciegas por un territorio oscuro. De ahí la idea de ‘mapa’, y también la ambigüedad espacio/temporal de la propuesta, ya que todo en ella es un intento de (re)conocerse en el otro y de volver a situarse en un mundo que, de pronto, se ha vuelto incierto y abiertamente hostil. La escena se convierte en un cruce entre la palabra y el cuerpo, entre el teatro y la danza.
En Mapa de heridas no está muy claro quién de los personajes masculinos habla cuando les brota la palabra del cuerpo, como tampoco muchas de las acciones descritas tienen un género definido. El objetivo es borrar los límites entre víctima y verdugo para propiciar un espacio incómodo de encuentro, como lo son todos los espacios donde las diferencias se anulan. Ése es el lugar escénico por antonomasia de la obra de Martínez Vila. También es el sentido y el “para qué” de la pieza: propiciar la identificación con el otro en un momento tan polarizado como el que vivimos ahora, y bucear en el significado de la violencia que habitamos y legitimamos aun sin darnos cuenta.