Codicia, ansias de poder, manipulación… Esta libre versión de la tragedia de ‘Ricardo III’ firmada por Antonio Rojano y Miguel del Arco, y dirigida por este último, le toma el pulso a la era de las fake news
Israel Elejalde interpreta al monarca inglés acompañado de un elenco que completan Manuela Velasco, Cristóbal Suárez, Alejandro Jato, Verónica Ronda, Chema del Barco y Álvaro Báguena
Del Arco disecciona la esencia de un clásico que resuena en nuestros días, otorgando más entidad a los personajes secundarios y potenciando algo muy presente en el original: la comedia negra
Después de La violación de Lucrecia y Hamlet, esta supone la tercera incursión en el universo de Shakespeare de Del Arco, que conjuga la profunda teatralidad del siglo XVII con la más rabiosa contemporaneidad. Fiel a su filosofía de utilizar los clásicos como pista de despegue, nunca de aterrizaje, este Ricardo III lleva más lejos las convenciones teatrales que plantea el original, diseccionando su esencia con los ojos del presente para que los ecos de la tragedia resuenen hoy en día. “Shakespeare introduce de una forma magistral en el original la importancia de la información que le llega al ciudadano como un elemento fundamental para conseguir el poder. Nosotros hemos querido ser consecuentes con el tiempo que vivimos en el que ese extremo en concreto ha tocado cotas inimaginables”, explica el director. Si su versión de Misántropo surgió tras el clamor popular del 15M y Hamlet convivió con lo más crudo de la depresión de la crisis económica, este Ricardo III es un viaje a las cloacas del Estado que le toma al pulso al controvertido panorama actual, dominado por las fake news y Trump, los movimientos sociales como el #MeToo, la crisis política del Brexit, la memoria histórica, y la crispación y el populismo preelectorales, entre otros asuntos, para interpelar al espectador del presente con una mueca de comedia. La furia y la adrenalina del propio Ricardo encaramándose al poder se contagia al ritmo vertiginoso de la función, apoyada por golpes de humor y abundante material audiovisual.
Según el crítico y teórico Harold Bloom, Ricardo III es la obra de Shakespeare más larga y más representada de la historia, por encima de Hamlet. Es, además, la única función de su autor que se abre con un soliloquio de su protagonista rompiendo la cuarta pared con el público, dinamitando así las convenciones teatrales. ¿Qué tendrán los malos que nos gusta mirarlos? ¿Qué morbo se desata en nosotros como espectadores del mal? Ricardo sabe que el mal nos atrae y juega con esa contradicción. “Ricardo ama a Ricardo. Y para desatar su amor quiere desterrar la conciencia del mundo y la compasión de sus ojos. No quiere comprender nada que se sitúe fuera de los límites de su piel. Y aun así intenta seducirnos con una mueca ensayada que parece la máscara de la comedia. Pero en realidad son los dientes de su alma insaciable. Ricardo nos cuenta que la paz le aburre, que necesita vivir permanentemente en guerra, que quiere maquinar para acceder al poder, aunque no sepa qué hacer con él”, cuenta Del Arco. “Cada día en los informativos vemos ejemplos de tipos que harían pasar a Ricardo por un simple aficionado. Tipos que no son seductores, ni divertidos, pero que con toda seguridad desterraron la conciencia de sus países, ciudades, ayuntamientos. Que harían cualquier cosa por conseguir el poder tal y como hacen también todos los que rodean a Ricardo”.
El equipo creativo de Ricardo III está formado por Amaya Cortaire como escenógrafa, David Picazo en el diseño de iluminación, Pedro Chamizo en los audiovisuales, Sandra Vicente y Arnau Vilá en el diseño sonoro y la música, y Ana Garay en el vestuario.