Según Menéndez, la función es un grito en forma de caricia por la paz
Ambientada en los años 80, esta tragicomedia nos presenta el viaje de una peculiar famila con la Guerra de las Malvinas como trasfondo
Juan Blanco, Cecilia Freire, Olalla Hernández, Teo Lucadamo, Goizalde Núñez y Jorge Usón protagonizan esta road-obra del franco-uruguayo Sergio Blanco
El viaje como huida, la fe para expiar culpas y la falta de empatía son algunos de los temas de la función
Se trata de un estreno mundial, una coproducción del Teatro Español y Entrecajas en colaboración con el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid
El salto de Darwin es una road-obra ambientada el segundo fin de semana del mes de junio de 1982, durante el cual se libra la última batalla de la Guerra de las Malvinas, que culmina con la rendición del 14 de junio. Toda la acción se desarrolla en distintos paisajes de la Ruta Nacional N°40, que recorre Argentina de norte a sur. Cada una de las escenas transcurre en torno a un Ford Falcon del año 1971, en el cual el Padre, la Madre, la Hija y su Novio atraviesan el país para esparcir las cenizas del hijo recientemente asesinado en la batalla que ha tenido lugar en la localidad de Puerto Darwin. Dicho Ford Falcon remolca una pequeña caravana con capacidad para cuatro personas, sobre cuyo techo es posible ver al Espectro del Hijo Muerto que, con su guitarra eléctrica, entona diferentes temas musicales de los 80.
El viaje como huida, la fe para expiar culpas –en contraposición con la religión–, el importante papel de desinformación que jugaron los medios de comunicación argentinos durante la contienda y la falta de empatía frente a la búsqueda de una civilización que construye modelos de protección para los más débiles son algunos de los temas que trata la función. “El salto de Darwin viene a alertarnos de que la condición humana puede en cualquier instante regresar como especie a un estado animal. En las road movie los personajes siempre parten de sus casas buscando un mundo mejor –una tierra prometida–, para construir una vida mejor: a esto mismo nos invita la función El salto de Darwin”, explica el autor, Sergio Blanco. “Mi infancia estuvo marcada por dos guerras: la del Líbano y la de las Islas Malvinas. Para mí, la palabra Beirut es una palabra que está vinculada a imágenes bélicas, porque cada vez que de niño la oía, esa palabra iba acompañada de imágenes terribles de guerra. Lo mismo me sucede con la palabra Malvinas. Y en el caso de las Islas Malvinas, se suma que fue una guerra próxima geográficamente ya que eran nuestros vecinos argentinos quienes estaban librando las batallas. De golpe la guerra era algo verdadero que se estaba desarrollando a nuestro lado. Esa fue la primera vez que para mí la guerra cobró un cierto volumen y, por lo tanto, una cierta gravedad”.
Humor y dolor atraviesan por igual a los personajes de esta función que lleva al espectador de la comedia a la tragedia, y que nos enseña la ingenuidad y la perversidad humanas, desde lo más conmovedor a lo más detestable. En palabras de la directora Natalia Menéndez: “esta obra se mueve durante más de 3.000km en un fin de semana de junio de 1982. Se estremece entre cinco personajes y un espectro. Se agita entre la comedia y la tragedia. Busca la paz, pero está en guerra. Vamos de la road escena a la poética teatral. Del tiempo que parece ser, al tiempo que fue o que pudo ser. Impulsando, por un lado, el humor de muchos momentos de la obra, que se mezclan con la extrema emoción que producen otros. Con una escenografía sencilla y cuidosa. Esto es, jugar, saltar, para conseguir la apuesta que propone El salto de Darwin”.
El salto de Darwin es la segunda colaboración entre Sergio Blanco y Natalia Menéndez después de Tebas Land. Además, es el texto con el que el autor franco-uruguayo se ha reconciliado con el español, su lengua materna. “Saber que esta función va a ser representada en Madrid, que es el lugar geopolítico por excelencia de este hermoso idioma, es para mí algo profundamente conmovedor. El español es la única lengua en donde la palabra paz tiene como última letra aquella letra que cierra todos los alfabetos: nuestra lengua ha comprendido a la perfección que la paz es lo único que cierra y pone un fin definitivo al horror que es la guerra. Seguramente es por eso que esta obra solo la podía escribir en esta lengua”, explica. Y continúa: “ser dirigido por una directora como Natalia Menéndez es un verdadero privilegio. Transitamos juntos por el silencio. Las palabras que nos unen son aquellas que yo he escrito y que ella da vida en escena con una inteligencia y una sensibilidad que son asombrosas. Sus análisis de los textos son siempre originales, arriesgados, inteligentes”.
El salto de Darwin cuenta con diseño de espacio escénico de Monica Boromello, música original de Luis Miguel Cobo, diseño de vestuario de Antonio Belart, diseño de iluminación de Juan Gómez Cornejo y diseño de videoescena de Álvaro Luna. El espectáculo es una coproducción del Teatro Español y Entrecajas en colaboración con el Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid.
La función de teatro accesible con sobretitulado, audiodescripción, sonido amplificado y bucle de inducción magnética individual se celebrará el viernes 18 de diciembre.
Este espectáculo está sujeto a JOBO, Joven Bono Cultural, para jóvenes entre 16 y 26 años.