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«No hay burlas con el amor» triunfa en el Teatro Municipal con cinco actores y ocho personajes

Claudia Salas, Susana Martíns, Enrique Meléndez y Antonio Ponce, daban vida a nada más y nada menos que ocho muñecos realizados por Mónica Florensa, encargada también de las proyecciones y del vestuario. Ocho seres inertes que cobran vida de la mano de estos cuatro actores que brillan con luz propia detrás de las marionetas, con cabeza y cuerpo, pero que usan los propios brazos y manos de los actores y actrices para expresar, además de la voz. Y en este apartado destacar a Antonio Ponce, que pone voz a la criada, una criada gallega.

Alberto Arcos es el único actor que no maneja ningún muñeco de los que aparecen en escena. Da vida a Moscatel, el gracioso de la obra, papel que cubre con creces por sus dotes cómicas y su expresión gestual.

La escenografía la componen un ciclorama donde se proyectan los distintos emplazamientos en donde se desarrolla la escena, una alacena confeccionada con tela donde se meten en ocasiones los personajes, y poco más.

Un montaje ameno, que cuanta con el excelente trabajo de Karmele Aranburu en la dirección de verso, y Rodrigo Alonso en la composición musical.

 
La obra
¿Quién no conoce la producción teatral de uno de los mayores y más universales dramaturgos de nuestro Siglo de Oro?
 
En esta versión de No Hay Burlas con el Amor,  firmada por Juan Polanco y Karmele Aranburu, se aporta una peculiar propuesta escénica que respeta la métrica y el ritmo con que Calderón de la Barca dotó a esta comedia, en la que confluyen de manera divertida y a veces hilarante, toda clase de situaciones que acontecían en las contiendas amorosas y en las relaciones familiares y sociales de aquella época, y que hoy nos invitan a contextualizar y reflexionar sobre la condición humana y la evolución de las relaciones sociales.
Hemos buscado una forma diferente de acercar el verso al público utilizando para ello unos “muñecos” surgidos de meses de investigación del director, de los actores y de nuestra escenógrafa, para que el espectador desde el comienzo de la función disfrute, ría y se emocione con ellos y con la vida con la que les dotan los actores, haciendo que esta singular propuesta confluya con las situaciones y el lenguaje escénico que de manera magistral escribió y propuso Calderón hace ya más de 300 años.
 
Un espectáculo que tiene además la intención de preservar el acervo cultural de nuestra sociedad, porque sin duda todas las obras teatrales del Siglo de Oro son bienes culturales intangibles y porque sólo desde el conocimiento y el respeto a las manifestaciones artísticas del pasado podremos construir un discurso vigoroso, fresco y consecuente con la tradición en la que nos hemos desarrollado.

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