Es 1939. Al drama de la Guerra Civil está a punto de sucederlo el horror del franquismo. Una pareja huye de Madrid. Ella está embarazada de ocho meses, y da a luz en la Sierra de Somiedo, que separa Asturias de León, en una cabaña en pleno monte. El ganado es la única compañía de esta incipiente familia. Es una historia muy amarga, como hubo miles durante la posguerra: historias de personas a las que les arrebataron los derechos, las oportunidades y la dignidad, para luego ocultarlas en las narraciones institucionales sobre el pasado. Esta la conocemos gracias a las notas que el padre dejó escritas en un cuaderno que encontró un pastor, y acabaron más tarde en el Archivo General de la Guardia Civil, metidas en un sobre clasificado como DD (Difunto Desconocido).
Tolo Ferrà decidió escenificar 1940. Manuscrito encontrado en el olvidoen 2008, cuando se recuperaba de una delicada operación quirúrgica y comenzaba a pensar en ser papá, “lo que me conectaba mucho con una historia así”, explica. Se estaba atreviendo, nada menos, con Los girasoles ciegos, el único título que publicó Alberto Méndez, extraordinario y súper ventas, y que le valió a este escritor y traductor el Premio Nacional de Narrativa, aunque él nunca lo supo porque falleció poco después de que la obra llegara a las librerías. La pieza de Ferrá fue candidata a los Premios Max 2020 en la categoría de Mejor Adaptación Teatral, y no se ciñe solo al texto original: la escenificación se construye a partir de una supuesta conferencia que se imparte en unas jornadas de estudio de Los girasoles ciegos, y aporta otras voces que ayudan a contextualizar hoy aquel relato; por ejemplo, un atestado de la Guardia Civil, o los pensamientos de un editor que duda si publicar o no la obra. «Quise mezclar los códigos de la realidad y la ficción, para alimentar la sensación de estar observando desde fuera lo que sucede en la cabaña», describe Ferrà.
La escenografía es íntima y sobria. Un actor, Miguel Álvarez, y una actriz, Xisca Ferrá / Marta Gómez, encarnan respectivamente a Eulalio y Elena, la pareja protagonista, y los acompañan Patxi Freytez o Lidia Otón a la narración, y Leticia Alejos y Vera González en la manipulación de objetos; porque también hay títeres aquí, que conectan «la abstracción de la palabra y la recreación de la cabaña», puntualiza el director de escena, que también ha manejado esa técnica en su espectáculo familiar ¿Dónde está cuando ya no está?, que “escribí cuando mis hijos tuvieron que afrontar el fallecimiento de su abuela”. 1940 Manuscrito… se apoya mucho, además, en la música, composición de Iván Palomares, interpretada y transformada en directo por Odin Kaban.
Una obra que contribuye a la justicia poética. Un ajuste de cuentas con quienes metieron miedo en la Guerra Civil, la posguerra y el franquismo, y una pieza contra el silencio, el olvido y a favor de la restitución de la verdad histórica. «Son demasiadas las personas que todavía no han podido salir de las cunetas», recuerda Ferrà.
Ficha artística
AUTOR: Alberto Méndez
VERSIÓN: Tolo Ferrà/Nuria Hernando
DIRECCIÓN: Tolo Ferrà
ESCENOGRAFÍA: Susana de Uña
ILUMINACIÓN: Roberto Cerdá
COMPOSICIÓN MUSICAL: Iván Palomares
ESPACIO SONORO DIRECTO: Odin Kaban
COREOGRAFÍA: Marta Gómez
VESTUARIO: Marta Alonso