Quien asistió al Patio de Fúcares para ver “Los empeños de una casa” pudo disfrutar de una obra llena de enredos amorosos en la que la inteligencia de la mujer es la que fluye para crear los laberintos de enredos que en ella se desarrollan. Una gran propuesta en la que el escenario no está en alto, sino a ras de suelo, en el centro, y los espectadores están sentados unos enfrente de otros viendo como en ese centro se desarrolla la obra. Dos portones laterales, que sirven para dar juego a la función, junto con cuatro imponentes cuadros de Spranger, que entran en acción dependiendo de la trama, son los únicos elementos de la escena.
Aparte de disfrutar de la escenografía también se disfrutó de la música, donde los intérpretes musicales se mezclaban con el público, y los propios actores entonaban desde boleros a tanguillos. Cabe destacar el vestuario en el que se mezclan varias épocas. La versión de Antonio Álamo bajo la dirección de Pepa Gamboa y Yayo Cáceres le da frescura a la obra escrita por Sor Juana Inés de la Cruz. Con un elenco de actores que potencian el contenido de la misma.
Una interpretación sublime la de Daniel Alonso de Santos, Marçal Bayona, Georgina de Yebra, Silvana Navas, José Fernández, Cristina Arias, David Soto Giganto, Kev de la Rosa, Miguel Ángel Amor y Pablo Béjar que dan vida al enredo de personajes que confluyen en la obra. Sin dejar atrás la iluminación de Pedro Yagüe que hacen que las escenas se envuelvan de un halo misterioso cuando baja la intensidad de los focos.
La acción tiene lugar en Toledo, concretamente en casa de Doña Ana y Don Pedro. Donde va a parar Doña Leonor al hacerla prisionera al comienzo de la obra tras su huída. La historia tiene como punto de partida el enamoramiento de dos parejas. Por un lado, Doña Leonor y Don Carlos y por otro Doña Ana y Don Juan. Una vez que Doña Leonor está en casa de Doña Ana, aparece Don Carlos con su criado Castaño, de quien Doña Ana cree haberse enamorado, claro que él no le hace caso por seguir enamorado de Doña Leonor, que no sabe que está en la misma casa que él. Entre unas cosas y otras los enredos se van multiplicando y la comedia adquiere un ritmo ágil y divertido. Al final Doña Leonor consigue estar con su amado Don Carlos. Por su parte, Doña Ana hace lo propio con el suyo, que no es otro que Don Juan. Mientras que Don Pedro creyendo que había conseguido a Doña Leonor, descubre que es Castaño disfrazado con las ropas de ella. Un laberinto de pasión que termina con un final feliz y una clara reflexión para el espectador.