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Una Celestina irreverente y en clave afrocubana llega a Canal Hispanidad de Teatros del Canal

Una escena de Celestina

Una escena de Celestina

El grupo fundado en 2012 recibió en su país por este montaje el premio a la mejor dramaturgia, concedido por el Círculo de críticos de arte del país

Con hechuras carnavalescas, esta versión irreverente y transgresora escrita por el dramaturgo cubano Norge Espinosa, autor de adaptaciones de autores como Racine, Chéjov, Fassbinder, Ibsen y Shakespeare, y dirigida por el también cubano Carlos Díaz, traslada al Caribe los amores entre Calisto y Melibea facilitados por la alcahueta Celestina.

No es la primera vez que Carlos Díaz lleva a escena esta obra. Aún se recuerda su versión de La Celestina hace más de dos décadas en La Habana para la misma compañía Teatro El Público, que él fundó en 1992 y con la que ha estrenado más de 40 obras. Como ha recordado la prensa fue “una puesta que algunos consideraron escandalosa”. Pero para la crítica, el director cubano “honró el espíritu del texto original”.

Pero la nueva versión es otra diferente. Según ha explicado Díaz, La Celestina es una obra amplia “que te da la posibilidad de hacer millones de celestinas partiendo de por dónde le vas a entrar, por qué camino… Pero en la primera que hice no se me quedó nada, era la de aquel momento, la traición en las relaciones amorosas, todo lo que se monta en la Celestina llevando y trayendo; la alcahuetería”.

El director cubano entiende el texto de Fernando de Rojas “es como un semillero, un vivero donde puedes ir a recoger lo que quieras; creo que mucha gente puso la mano ahí”, afirma dudando de la autoría exclusiva del escritor español. Para él “la Celestina es una zurcidora de hímenes, una mujer que remienda a otras mujeres que han perdido la virginidad para que así puedan disponerse a engañar a hombres; en esta versión partí de ahí. La hice para y con actores cubanos que viven en España”.

El amor puro que expresan los personajes protagonistas de Celestina, Calixto y Melibea, acechado por los intereses y las represiones de la época, perdura como una celebración del goce y una provocación que sus personajes hacen reconocible en el presente. El erotismo, la sensualidad y el subtexto político -señas de identidad como director de Carlos Díaz-, emergen en comunión con el folclore afrocubano y la tradición ibérica vista desde la orilla americana. Estos personajes los traslada Díaz al ambiente de un barrio habanero, donde la lucha entre el deseo y la carne, la moral y el dinero, la realidad y la hechicería, y la fábula de la vieja casamentera recuerda que esas fuerzas siguen en conflicto.

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