En un mundo implacable, la fama es como un azucarillo que se desvanece en el paladar del público, dulce y efímera. Las estrellas, una vez brillantes en el firmamento de la atención pública, pueden encontrar su ocaso, quedando relegadas en el vasto y cambiante universo del entretenimiento. Los focos de atención son inconstantes, moviéndose caprichosamente de una figura a otra sin previo aviso. En este vaivén de popularidad, los nombres que alguna vez fueron susurros emocionados se desvanecen en un eco lejano. La historia nos recuerda que en el fulgor de la fama, la transitoriedad es la única constante, y aquellas estrellas pueden encontrarse en la penumbra del olvido antes de darse cuenta. Quien seguro que nunca dejará de brillar es esta producción ubicada en el Teatro Apolo....