Desde su debut como concertista siendo tan solo un niño de 13 años, la andadura de Achúcarro se ha caracterizado siempre por grandes y continuos éxitos, así como por los altos reconocimientos recibidos junto a las primeras figuras de cada momento, pero sobre todo por su especial e íntima manera de entender la música y el instrumento. El artista, con la curiosidad de aquel niño de precocidad extraordinaria, plantea numerosas preguntas al propio piano, conversa con él y traslada también a las obras todas las cuestiones que estas le suscitan a través de las teclas y de la inteligencia; y lo hace, lo sigue haciendo, resuelto a conocer los misterios que entrañan uno y otra, instrumento y composición, ambos reunidos en un solo y apasionante enigma. Lo hace para compartir su respuesta con todo aquel dispuesto a escucharla.
El viaje planteado para tan especial ocasión se presume profundamente placentero: Debussy, Mompou, Albéniz, Ravel, Godowski…, todos ellos compañeros de vida a través de sus fastuosas creaciones.
Vuelve por tanto Joaquín Achúcarro al Teatro de la Zarzuela, donde tantos éxitos ha vivido, y lo hace para escribir este nuevo y necesario punto y seguido de alegría. A compartir con el público la celebración de una intensa vida moldeada de música.